En su primera etapa, al principio cada entrega tenía su paginación propia, pero desde septiembre de 1785 empezaron a secuenciarse por tomos cuatrimestrales.
Se compone casi por completo de texto, aunque inserta esporádicamente algunas figuras, planos y grabados.
[8] Ya en el primer número advierten los redactores que «no hallará el lector en todos uniformemente unas mismas materias».
Por el contrario, obras ajustadas al canon del buen gusto, como la moratiniana El viejo y la niña, merecen el aplauso de aquellos.
Los datos de esta última los proporcionaba el ilustre médico catalán Francisco Salvá Campillo, cuya contribución no se ciñó solo a este campo sino que se extendió a temas de medicina, electricidad atmosférica, ciencias naturales y mecánica.
[15][16][c] La información no se restringía a los datos puramente meteorológicos, sino que incluía noticias referidas a la influencia del comportamiento del clima sobre la salud, en sintonía con las corrientes médicas y científicas europeas contemporáneas.
[19] Los textos relacionados con la medicina y la salud pública ocuparon regularmente un buen espacio en el periódico.
En ocho cartas publicadas entre abril y agosto de 1789 se ilustran los efectos nocivos del lujo, que provoca en las capas sociales más altas el deseo de aumentar continuamente los gastos relacionados con las bodas; la necesidad de acopiar cada vez más dinero retrae a los posibles contrayentes, que retrasan a anulan sus matrimonios, con el consiguiente descenso demográfico.