Su hermana María Manuela contrajo matrimonio con su pariente Modesto Larrea y Carrión, Marqués de San José, pero el enlace fue disuelto más tarde por la autoridad eclesiástica.Se supone que fue educada en algún convento quiteño en manualidades, aunque nunca descolló en ciencias o en artes, como era común en las mujeres en ese periodo histórico.En 1826, el gran mariscal quiso saber la opinión de Bolívar sobre este noviazgo, recurriendo a él no como jefe sino como padre y amigo; con esta consulta, quería asegurarse de no afectar los planes políticos del Libertador, quien al final se tornó comprensivo, aunque lamentó perder el constante apoyo de su pupilo.[3] Mientras cumplía con sus funciones presidenciales en Bolivia, Sucre mantuvo en la distancia su relación amorosa, renovada a través de un intenso intercambio epistolar.No obstante, de manera simultánea, entabló tres relaciones amatorias en Guayaquil, La Paz y Chuquisaca; en esta última población estrechó vínculos sentimentales con doña María Manuela Rojas, romance que le acarreó al cumanés serias complicaciones por cuanto esta mujer se hallaba comprometida con Casimiro Olañeta.[1] Previamente, Sucre le encargó al general Aguirre adquirir la parte nororiental de la inmensa Mansión Carcelén para destinarla como residencia del matrimonio.Quiera el cielo que usted sea feliz en los brazos de su nueva Penélope».[3] De esta unión, diez meses más tarde, nació su hija María Teresa de Sucre y Carcelén de Guevara,[5][4] aunque en un principio al padre no le agradó mucho que hubiese sido niña, y así lo hizo saber en repetidas ocasiones, pues confesó que «sin duda hubiese preferido un soldado para la Patria».Poco antes de abandonar Quito, dejó firmado su testamento declarando como heredera universal a su hija Teresa.[3] Durante el viaje a la capital grancolombiana, Mariana se mantuvo muy presente en la mente de Sucre, y él así se lo hizo saber: «Te escribo (…) para decirte que te pienso cada vez con más ternura, para asegurarte que desespero por ir junto a ti; para pedirte que por recompensa de mis delirios, de mi adoración por ti, me quieras mucho me pienses mucho(…) Todo, todo, todo lo pospondré a dos objetos: primero el complacerte, y segundo, a mi repugnancia por la carrera pública.El Libertador finalmente sugiere que tal obsequio lo reciba la pequeña María Teresa, y decide además rendir un homenaje a Mariana confiriéndole el título de “Su Excelencia la Gran Mariscala de Ayacucho”.[8] Para otros, como Rumazo, Mariana era aún joven y su vida no podía detenerse.Cabe recordar que el general Obando ya había acusado a Barriga del asesinato del Mariscal, por encontrarse interesado en la acaudalada Marquesa, y a cuya acusación respondía la carta que ella le había enviado enfurecida un año atrás, pues el general Barriga era amigo íntimo de la familia Carcelén, y durante los días posteriores al asesinato se presentó en casa de la viuda para dirigir el rescate de los restos de Sucre.Después del matrimonio, el General empezó a llevar una vida disipada.Hay quienes han querido ver en esto un crimen, pero se sabe que fue un accidente trágico por descuido, pues nunca el General Barriga fue considerado un hombre sanguinario ni mucho menos, pues siempre pasó por ser una persona bondadosa.[10] Este segundo grupo sostiene que la pequeña hija del Gran Mariscal habría muerto por afecciones estomacales, una causa común en los niños de aquella época.[3] Mariana contrajo terceras nupcias con el abogado José Baltazar Carrión Torres, un hombre nueve años menor que ella y oriundo de Loja.
Maria Rosa Carcelén, hermana.
Mariana Carcelén de Guevara, por Diego Benalcázar (1827).