Mari (diosa)

Su consorte es Maju o Sugaar, sus asistentes las sorginas, y tiene dos hijos: Mikelatz (o Mikelats, el hijo perverso) y Atarrabi (o Atagorri, el hijo bondadoso), que están siempre enfrentados, una representación paleocristiana del bien y del mal (Bat-arra-bi es la versión sugerida por Jorge Oteiza, en El libro blanco del preindoeuropeo, para solucionar el sonema que falta en la etimología que propone).En estas cuevas recibe a sus fieles, los cuales deben guardar un estricto protocolo: Mari es la señora de la tierra y los meteoros.Para la antropóloga Anuntzi Arana, Mari tiene más similitudes con los dioses supremos celestes Zeus o Júpiter, ya que, al igual que éstos, gobierna los fenómenos meteorológicos e imparte justicia.En la tradición aragonesa, Mari es, sin embargo, un ser benéfico que ayuda a los humanos.Aunque su morada principal está en Anboto, las cumbres del Oiz y del Aketegi (es conocida también como la «Dama de Aketegi» o «Aketegiko Dama») son también de importancia para ella, junto con otras como el Murumendi o el Txindoki.Distintas leyendas cuentan el origen de Mari; la más conocida dice que en una familia sin descendencia la mujer deseaba como fuese tener un hijo, a pesar de que a los veinte años se le tuviese que llevar el diablo, y al fin quedó embarazada de una hermosa niña.Días antes de que la muchacha cumpliera los veinte años su madre la encerró en una caja de cristal y la vigiló día y noche, esfuerzo inútil, ya que el mismo día de su cumpleaños el diablo, rompiendo la caja, se la llevó consigo a la cima del Amboto, donde habita desde entonces.Un día la madre, enfadada, maldijo a la muchacha diciéndole: «Ojalá te lleve el diablo».Ella les bendijo con la luz de su primera hija, Ilargi (la luna), pero su luz era insuficiente y los humanos pidieron de nuevo a Mari su ayuda, esta vez la Diosa les bendijo con su segunda hija, Eguzki (el sol).Pero la noche siguió siendo peligrosa, y Mari bendijo con su protección cualquier morada que tuviese una Eguzkilore ("flor sol", Carlina acanthifolia, flor parecida al cardo muy abundante en el País Vasco) en la entrada.Si algún espíritu maligno pretendía entrar en la casa y encontraba una Eguzkilore, tenía que pararse para contar los numerosísimos pelos o brácteas de la inflorescencia y el día le sorprendía sin haber terminado su tarea.Pero por el camino la mujer se envolvió en llamas, quemó las ligaduras que la ataban al carro, y, volando por los aires, gritó: «Mis hijos para el cielo y yo ahora para Muru».Acosada por la conciencia, una noche se presentaron en Muntsaratz los ximelgorris o genios diabólicos.La otra posibilidad, tanto más probable, asocia el origen del nombre a la propia lengua vasca.La cueva tiene una gran entrada, en altura, que abre un corredor hacia una sala iluminada por una apertura al abismo.Esta «ventana» es visible desde abajo, mientras que la entrada queda oculta por estar situada en un chaflán de la roca.De la sala iluminada parte otro corredor hacia el interior del monte.
Representación de Mari.
Entrada de Mariurrika Kobea , en Anboto, morada principal de Mari .
Cueva de Supelegor en el macizo de Itxina, Gorbea (Orozco, Vizcaya).
Eguzkilore en la puerta de un caserío en el País Vasco.