Fue una mujer mestiza y quechua hablante que, exponiendo su bienestar y el de su familia, sacrificó su vida antes de delatar a otros patriotas que, como ella, servían a la causa independentista.
Diversos historiadores concuerdan en que María Andrea nació en Huamanga, en la sierra sur del Perú.
[5] Sus padres fueron Fernando Parado, criollo de ascendencia alto peruana, y Jacinta Jayo o Ccayo, una mujer indígena.
Su esposo y su otro hijo varón, Mariano, empezaron también a colaborar con aquellos montoneros que actuaban en coordinación con las fuerzas regulares del general José de San Martín.
También en la sierra central crecía la adhesión a la causa de la libertad, representada por las guerrillas o montoneras integradas por indígenas y mestizos del bajo pueblo.
[7][1] La Serna se estableció en el Cusco, en la sierra sur, que se convirtió en el bastión de los realistas, cuyas fuerzas estaban mayormente formadas por mestizos y criollos reclutados a la fuerza en las ciudades.
Pueblos enteros, cuyos habitantes eran denodados partidarios de la independencia, fueron incendiados y arrasados.
[6] Por su parte, Cárdenas recogió otra versión oral, según la cual, el indio mensajero, cansado del viaje, se quedó dormido en la puerta de la casa de Bellido en Paras, circunstancia en la que un perro le robó su fiambre envuelto en un mantel donde se hallaba amarrada la misiva, y que esta fue a parar a un campo donde lo halló el sacristán de la iglesia de Paras, que lo entregó al párroco y este a la vez lo envió a Carratalá.
Aunque la misiva descubierta solo estaba firmada con el segundo nombre de la heroína, los realistas pronto identificaron quién era la remitente.
Pero ella se negó rotundamente a dar nombres y dio reiteradamente la misma respuesta: «¡Yo la escribí!».
Luego fue conducida a la pampa o plazuela del Arco donde le esperaba el pelotón de fusilamiento.
Después de ser amonestada por última vez, para que revelara el secreto, prometiéndosele la vida, rechazó la proposición sin vacilar.
Leamos lo que ha escrito sobre ella el famoso escritor estadounidense Carleton Beals en su libro Fuego sobre los Andes:[17] Por su parte, el periodista Aurelio Miró Quesada, en una visita que hizo en Ayacucho a la casa de la heroína, escribió (en su libro Costa, sierra y montaña):[18]