Autodidacta, tallaba aves de madera, crucifijos, pasitos navideños y restauraba imágenes.
En 1861, se casó con María del Rosario Salas Álvarez, con la que tuvo tres hijos.
Alcanzó popularidad entre la clase alta, la cual le encargaba muchos trabajos, llegando a adquirir una clientela frecuente.
Contó con varios discípulos, siendo los más conocidos el poeta ramonense Lisímaco Chavarría, Alfredo Jiménez Tórres y Pedro Pérez Molina.
Manuel Rodríguez Cruz logró dar a su obra un carácter personal, que devino en un sello propio.
En cuanto a su arte pictórico, ninguna pintura realizada por él ha sobrevivido hasta la actualidad.
Su sobrino, Manuel María Zúñiga, ha sido reconocido como el mejor maestro imaginero costarricense del siglo XX, y maestro de grandes escultores nacionales como Francisco Zúñiga, su hijo, y Juan Manuel Sánchez.