Seis años más tarde expone, por vez primera, en Ciudad Real y en la Sala "Macarrón", de Madrid; toma parte en los Concursos Nacionales de Pintura.En 1949 gana por oposición, la Pensión de Roma (hecho que le marcará profundamente), se traslada a Italia y toma su primer contacto con la pintura de los fresquistas del trecento italiano, especialmente Masaccio, en lo que atañe a los volúmenes limpios, y Piero della Francesca en la proyección de la luz; también descubre las pinturas murales de Pompeya.Expone en Mesina (Italia) con un grupo internacional de artistas seleccionados por el E.Los tres herederos del pintor ciudadrealeño Manuel López-Villaseñor, donaron al Ayuntamiento de Ciudad Real un total de 162 obras, trabajos que se incorporaron al museo que lleva el nombre del artista en la capital de la provincia.Asimismo, han pasado a ser propiedad municipal diversos enseres y objetos del pintor, como algunos trípodes y caballetes, para lo que se adaptará una nueva sala en el museo en la que también se podrá contemplar la obra póstuma inacabada del autor ciudadrealeño.[1]Existe asimismo una Colección Privada denominada segun el coleccionista Jakob Alfred Eggers Colección Manuel Lopez Villaseñor[2] Del artículo de José Javier Manzanera: "El Arte Escondido" se extrae el siguiente texto: " (Villaseñor) Partió del realismo de sus primeros lienzos juveniles para deconstruir casi de inmediato lo Real en un siempre proteico atanor desde el que se manifiestan sucesivas fases pictóricas sorprendentes y cada cual más poderosa; desde el esencialismo icónico extraído como por destilación en su personal descubrimiento de los arcanos herméticos del Quattrocento italiano (Mantegna, Uccello, Piero della Francesca...), y que después iberizó, influyendo en toda una generación de jóvenes pintores españoles (“Lo que Villaseñor había traído de Italia era lo que verdaderamente nos interesaba”, llegó a afirmar el propio Antonio López), pasando luego por un enérgico substancialismo matérico en el que raya la abstracción polemizando esta vez con Tàpies, o por el tenebrismo existencial de sus dantescos Muros en los que polemiza ya sólo consigo mismo, e implacablemente a solas con la condición humana.No es de extrañar que para críticos tan bien informados –y tan poco influenciables por las presiones políticas o financieras –, como lo fue Antonio Manuel Campoy (autor entre otras obras del ya hoy clásico “Diccionario Crítico del Arte Español Contemporáneo”) resultase necesario el levantar aquel acta notarial que nunca ya ha de olvidar nuestra Historia del Arte: “Fue Villaseñor el máximo orientador del nuevo realismo español.