Gramaticalmente, se trata de oraciones con modalidad desiderativa (lo mismo que las bendiciones) con el verbo en subjuntivo.
[1] Las maldiciones tienen un papel destacado en las creencias populares de muchos pueblos (supersticiones), así como en sus mitos y leyendas.
Según la creencia popular, las maldiciones pueden también afectar a edificios (por lo que se habla de casas encantadas, embrujadas o malditas).
Llamadas katadesmoi («ataduras») por los griegos y tabulae defixiones por los romanos, se escribían en tablillas de plomo u otros materiales.
[2] Generalmente, invocaban la ayuda de un espíritu (una deidad, un demonio o un muerto prematuro) para cumplir con su objetivo, y eran colocadas en algún lugar considerado eficaz para su activación, como en una tumba, cementerio, pozo o manantial sagrado.
Los romanos, etruscos y griegos practicaban con frecuencia este tipo de maldiciones.
Abundan en la Ilíada estas imprecaciones, como la de Crises contra Agamenón y los griegos en el canto I.
En la categoría objetos malditos hay muchas historias clásicas: la rueca conjurada de La Bella Durmiente, el cuchillo en un poema de Nikos Kavadias en su obra Marabou: todo el que lo compraba acababa utilizándolo para asesinar a una persona querida.
Se pueden encontrar términos específicos para diferentes tipos de maldiciones en muchas culturas: