Se quedó medio huérfano a la edad de cinco años, tras morir su padre.
Entre 1868 y 1869, fue primer secretario del Consejo Constitucional, órgano que redactó una nueva constitución para el cantón de Zúrich gracias a la cual se materializaron numerosas reivindicaciones de los demócratas.
En 1870 fue elegido diputado del Consejo Cantonal, en el que permaneció 30 años.
En 1887 presentó una moción a favor de la unificación del derecho penal suizo, una reivindicación que no se materializaría plenamente hasta 1942, año en que entró en vigor el Código Penal.
Pese a que continuó apoyando la ampliación de los derechos ciudadanos (por ejemplo, la elección popular del Consejo Federal), se posicionó claramente en contra del sistema de representación proporcional.
La denominada «Ley Forrer» encontró resistencias en la Suiza francófona y entre los políticos socialcatólicos, que promovieron la celebración de un referéndum.
[5] Únicamente lograron aprobarse, dos años después, los artículos menos controvertidos, relativos al seguro militar.
Entre 1904 y 1905 estuvo al frente del Departamento del Interior, donde contribuyó de forma decisiva a la ampliación y reorganización de la Escuela Politécnica Federal.
[7] No fue hasta que Forrer se hizo cargo del Departamento de Correos y Ferrocarriles por segunda vez, en agosto de 1908, cuando pudo empezar a dejar su impronta.
[9] En 1912 fue nombrado por segunda vez Presidente Federal y Ministro de Asuntos Exteriores.
Aunque Forrer no había participado activamente en la redacción de la ley, sí se implicó en la campaña.
[2] La ley fue aprobada por un estrecho margen del 54,6% y un grado de apoyo muy dispar entre los distintos cantones.
Si bien seguía habiendo una fuerte oposición fuera del Parlamento, en aquella época el pueblo sólo podía expresar su parecer sobre los tratados estatales por medio de peticiones.
Una comisión impulsó una iniciativa popular para que los tratados internacionales se sometieran a un referéndum facultativo.
Esta iniciativa, que no se votó hasta nueve años después, fue aprobada por una clara mayoría.
Al principio, Forrer se mostró reacio a cederlo, pues no tenía derecho a pensión y necesitaba ocupar un puesto adecuadamente remunerado.