Buscando un ambiente apacible que le permitiera volver a escribir, se embarcó en una travesía a Ceilán, pero las voces imaginarias que lo asaltaron durante el viaje lo llevaron al borde de la locura.
Sin embargo, Pinfold también ve el episodio como un triunfo personal sobre las fuerzas del mal.
Gilbert Pinfold es un conocido novelista inglés que a los 50 años ha llevado una vida activa en la que se incluyen una docena de libros de bastante éxito, muchos viajes y un servicio militar con honores en la Segunda Guerra Mundial.
Asegurada su reputación, vive tranquilo, en buenos términos con sus vecinos, pero sin cercanía; su catolicismo lo distancia un poco de la comunidad.
Pinfold es muy reservado sobre su vida privada, pero contra su naturaleza, le concede dos entrevistas de radio a la BBC.
La llegada del invierno lo deprime aún más; decide escapar en un crucero y reserva un pasaje en el Caliban, que parte con destino a Ceilán.
Los principales ofensores son un hombre y una mujer cuyas despiadadas palabras contrastan con las de Margaret, una joven dulce.
Para escapar de sus perseguidores, Pinfold desembarca en Alejandría y vuela a Colombo, pero las voces lo siguen.
Pinfold oye a Margaret decir débilmente «No existo, pero te amo», y entonces las voces desaparecen para siempre.
[7] Adoptó una imagen abiertamente hostil como mecanismo de defensa para repeler el mundo exterior.
[13] Casi todos los amigos de Waugh pensaban que se había conducido bien;[n 2]a él le complació algo el resultado, y le escribió a Nancy Mitford: «quisieron ponerme en ridículo y creo que no lo consiguieron del todo».
[18] Su amigo el poeta John Betjeman le dio el lavabo Narciso de William Burges, pero Waugh estaba seguro de que le faltaba un grifo decorativo, y quedó muy afectado cuando Betjeman negó categóricamente su existencia.
[21] En la travesía, su extraño comportamiento inquietó de manera creciente a los demás pasajeros, y las cartas que le escribía desde el barco a su esposa, Laura, la alarmaron: Waugh parecía ser presa de una manía persecutoria por la que lo hostigaban voces amenazadoras y malévolas.
[22] Desembarcó en Alejandría y siguió en avión el viaje a Ceilán, pero las voces no lo dejaban en paz.
Quizá haya redactado un breve borrador, pero si así fue, este no se conoce.
[42] Una semana después le pidió permiso a su amiga Daphne Fielding para dedicarle el libro.
[46] Waugh no explicó los términos del subtítulo, pero David Wykes, en su biografía literaria, cree que es una alusión irónica a los cuadros tradicionales británicos que representaban reuniones sociales de familias y amigos; en este caso, la «conversación» no es con amigos, sino con enemigos.
Al poeta John Betjeman lo presenta como James Lance, su párroco Philip Caraman es el padre Westmacott, y a Christopher Sykes lo llama Roger Stillingfleet.
[57] Cuando se curó del delirio, Waugh le confió a Nancy Mitford que su «cariño malsano» por su hija Margaret había cesado.
[58] La imagen defensiva adoptada por Pinfold, «una mezcla de catedrático excéntrico y militar irritable», era la misma que Waugh cultivaba para mantener a raya al mundo.
[59] Pinfold defiende una forma anticuada de conservadurismo político, no vota[60] y expresa opiniones indignantes, en parte burlonamente.
[63] Aunque su biógrafa Selena Hastings describe a Pinfold como «un autorretrato preciso y revelador»,[64] Stannard opina que es ante todo un análisis de la autoimagen, con la cual, como Pinfold, Waugh «no revela nada».
Cree que Angel está utilizando una forma adaptada de la caja, como la que los alemanes idearon al final de la guerra y los «existencialistas» perfeccionaron en París: «un invento diabólico caído en malas manos».
[72] Por lo demás, Waugh usa el capítulo confesional del principio para atribuirle a Pinfold sus propias creencias católicas tradicionalistas.
[62] Aunque la Iglesia alentaba a sus adeptos a interrelacionarse con la sociedad y las instituciones políticas, Pinfold, al igual que Waugh, «cavó aún más hondo en la roca, [manteniéndose] distante de las variopintas organizaciones que han surgido al llamado de la jerarquía para redimir la época".
[76][77] Hacía tres meses el Daily Telegraph había revelado en parte el tema principal del libro: «Los editores esperan que "Pinfold" sea la palabra de la casa para referirse a los "medio locos"».
[90] Los Donaldson pensaban que había logrado «un triunfo maravilloso» al hacer un relato tan vívido de su experiencia.
Philip Toynbee, en The Observer, consideró «muy difícil decir si es un buen libro o no; sin duda es interesante y conmovedor».
[94] El crítico del Times Literary Supplement R. G. G. Price la consideró «un cuento sin sustancia», aunque reconoció que era razonable equiparar a Waugh como escritor cómico con P. G. Wodehouse en cuanto a originalidad y sentido del humor.
[99] Las posteriores opiniones sobre el libro expresadas por sucesivos biógrafos de Waugh, son desiguales.