[9] En general, y a pesar de sus críticas crecientes al régimen, la Iglesia se mostró, como en otros países de la región, cómoda con los aspectos tradicionalistas del mismo, aunque no con los más revolucionarios o extremistas.[12][5] El respaldo parcial inicial, sin embargo, fue menguando,[13][5] tanto por la falta del anterior privilegio como por la indiferencia e incluso hostilidad de las autoridades hacia una institución considerada «extranjera» en comparación con la Iglesia ortodoxa, «nacional».[20] A la hostilidad hacia los ortodoxos y el centralismo yugoslavo, se unió en la Iglesia católica de Croacia su virulento anticomunismo, que le llevó a una cierta simpatía por la Alemania nazi.[12][13][4] Hacia los judíos, la Iglesia local mantuvo un tradicional antisemitismo moderado, sin oponerse a las medidas discriminatorias y favoreciendo, con notable éxito, su conversión al catolicismo.[22] Aún durante el periodo yugoslavo, el ministro de Educación y sacerdote católico esloveno Anton Korošec aprobó y puso en marcha una ley de numerus clausus.[32] El movimiento, sin embargo, no era realmente devoto, sino que utilizaba la religión como método de propaganda y símbolo de identidad nacional (catolicismo croata frente a ortodoxia serbia).[30] La posición del Vaticano fue más prudente[34] que la del arzobispo de Zagreb, a pesar de su simpatía hacia el nuevo país: optó por reconocer a las nuevas naciones únicamente al finalizar la contienda.[27] Sus intentos de reforma fracasaron, haciéndole aparecer, erróneamente, como un simple partidario del régimen ustacha.[38][40][33][41] Atizando a sus fieles contra los judíos ya en mayo de 1941, una publicación bajo su control escribió:[38][38] Algunos fueron expulsados por las autoridades eclesiásticas, mientras que Stepinac trató desde 1942 de prohibir las actividades políticas del clero, aunque con variada suerte.[42] Destacados intelectuales clericales desempeñaron cargos de relevancia en el nuevo Estado,[23] preferido a la multicultural, multirreligiosa y proserbia Yugoslavia.[9] En general se puede dividir al clero croata en tres grupos basados en su actitud al Gobierno del NDH:[31] En la época en que se formó el nuevo país, la comunidad judía contaba con entre 30 y 40 000 miembros (las estimaciones varían entre autores) y había crecido notablemente durante la década anterior por el asentamiento de personas que huían de la persecución nazi.[44] La llegada al poder de los ustachas cambió radicalmente la situación para los hebreos en el territorio del NDH.[30] Durante el verano, con la intensificación de las atrocidades contra esta, Stepinac se quejó repetida, pero privadamente a Pavelić por los crímenes.[51] Alejado del régimen en privado y crítico con él, continuó en público participando, empero, en las ceremonias de Estado.[46][55] La campaña de conversión, además, estaba controlada por las autoridades, que decidían quién tenía permiso para convertirse, no la Iglesia.[64] Reiteró de nuevo sus críticas a los desmanes contra las minorías una semana más tarde.[71] En octubre de 1942, Stepinac volvió a criticar con dureza, aunque indirectamente,[72] las medidas represivas racistas y nacionalistas.[76] Durante el mes de marzo, Stepinac intensificó sus acciones contra la deportación, tanto en sus sermones[77] como en carta a Pavelić,[72] de gran dureza y muy crítica con sus acciones contra las posibles víctimas.[76] El legado vaticano, Marcone, también intervino contra las deportaciones[78] y la prensa aliada comenzó a publicar artículos sobre las atrocidades croatas.[27] No se excomulgó a los miembros de la Iglesia que participaron en los crímenes contra las minorías.[88] El propio Pavelić residió en Roma, temporalmente en el propio colegio de San Girolamo, en un edificio de propiedad vaticana y en un monasterio cercano a Castelgandolfo, entre 1946 y 1948, hasta su paso a Argentina.[2] Sólo en 2007 se realizó una visita episcopal al campo y en 2009 otra mayor, sin coincidir con los actos de abril.[86] El principal representante de la iglesia croata, el arzobispo Stepinac, favorable a la independencia del nuevo país, criticó los desmanes del Gobierno en privado y de manera genérica cada vez más en público durante la guerra, pero no realizó una condena abierta del régimen de manera sistemática.[6][13] Con notable controversia, el papa Juan Pablo II le beatificó en octubre de 1998.[8] Sus partidarios, por el contrario, consideraban que la Iglesia y el arzobispo se habían opuesto activamente a los fascistas croatas y que los crímenes cometidos por miembros de la misma se habían cometido de manera individual, sin orden ni control eclesiástico.
Ejecución de prisioneros en el
campo de concentración de Jasenovac
. Stepinac fue cada vez más duro en sus críticas con las atrocidades del régimen, en la que participaron algunos miembros de la Iglesia croata. Un fraile franciscano, Miroslav Filipović, llegó a dirigir el campo, aunque ya sin pertenecer a la orden, tras su expulsión.
[
31
]
Stepinac
durante su juicio por traición y colaboración con la dictadura
ustacha
en 1946. Primordialmente político, el juicio acabó con su condena a dieciséis años de prisión.