Apoyados por una torre de asedio genovesa y atacando la muralla por tres diferentes puntos, los cruzados estuvieron a punto de entrar a la plaza, sin embargo los musulmanes la defendieron tan bien con flechas, rocas y fuego, que el asalto cruzado se vio frustrado poco después de haber comenzado.
A la cruzada se apuntaron caballeros de todas las naciones: franceses, alemanes, venecianos, genoveses, españoles, ingleses y, lógicamente, húngaros.
Entre los cautivos del sultán se encontraban Juan sin Miedo, conde de nevers y el mariscal Boucicault.
[7] A pesar de la liberación de algunos prisioneros, la derrota de Nicópolis no mejoró el panorama, por lo que el emperador Manuel II Paléologo, viendo su capital amenazada y sus dominios disminuidos bajo el avance otomano, se vio obligado a enviar emisarios a las cortes europeas para solicitar ayuda militar contra la amenaza turca.
[8] El rey Carlos VI de Francia volvió a prestar apoyo al emperador bizantino (sus caballeros habían participado en la cruzada que culminó en Nicópolis), y envió a Constantinopla al Mariscal de Francia, Juan Le Maingre Boucicault (o Boucicaut) quien, además, había luchado en Nicópolis —aunque no con especial maestría y éxito— y había sido hecho prisionero, salvando la vida gracias a la intervención del duque de Borgoña, Juan sin Miedo, quien también había caído prisionero.
[10] Los capitanes franceses probaron ser buenos asesores políticos, además de experimentados militares.
Según el libro biográfico de Boucicault, Livre des faits du bon messire Jean le Maingre, dit Bouciquaut, Juan Chateaumorand defendió la plaza contra los turcos durante tres años.
[12] Mientras tanto, en el Imperio la situación política y militar de Bizancio mejoró.
[14] Ya viejo, Chateaumorand contó su historia a su amigo cronista Juan d'Orville, quién recopiló sus palabras en su obra La crónica del buen duque Luis de Borbón.