En 1380, el Imperio bizantino consistía en su capital Constantinopla y unos pocos enclaves aislados, que sólo nominalmente reconocían como su señor al emperador.Además, la desintegración del Imperio bizantino permitió que los búlgaros, los serbios y los diversos emiratos turcomanos de Anatolia se expandieran.En la batalla de Antioquía del Meandro, se repelió una fuerza turca[3] y en un anterior asalto a Nicea había resultado muerto el sultán selyúcida.Miguel VIII sabía que los venecianos y los francos no dudarían en reintentar establecer el dominio latino en Constantinopla.La Iglesia griega fue excomulgada y se le renovó a Carlos el apoyo papal para invadir Constantinopla.Miguel VIII había puesto a Bizancio en el camino de la recuperación, pero sus logros seguían siendo frágiles, como pronto demostrarían los acontecimientos.Los serbios bajo el rey Esteban Uros II Milutin comenzaron a invadir los Balcanes, tomaron Escopia en 1282[10] e hicieron incursiones en Macedonia en la década de 1290.[11] Su general, Alejo Filantropeno, era un comandante capaz, que hizo campaña con cierto éxito contra los turcos en el valle del Meandro.Por desgracia, Bizancio quedó sin sus servicios cuando realizó un fallido golpe de Estado, que le valió ser cegado.Organizó una oposición armada y ganó apoyos prometiendo generosas bajas de impuestos, incluso superiores a las promulgadas por Andrónico II.Andrónico II intentó resolver los problemas internos de Bizancio más que su padre, pero sus soluciones tuvieron graves repercusiones.[13] El resultado fue que mientras al Imperio se lo reducía a sus territorios europeos, había tenido éxito en traer gran parte de Grecia bajo su control.En las ciudades, entre los ricos corruptos que habían explotado el sistema tributario en beneficio propio y los innumerables campesinos sin tierra agobiados por las exigencias del gobierno, cundía la inquietud social.Este, ahora de 15 años, y Cantacuceno, gobernarían como coemperadores, aunque en esta relación Juan V sería el menor.En 1353, Cantacuceno aún tenía esperanzas de que se mantuviera la paz, pero ese año, Juan V lanzó un ataque militar contra Mateo,[16] y así volvió a encender la guerra civil.Sin embargo, Juan V no se daría por vencido tan fácilmente, y en 1354 las tropas otomanas comenzaron a cruzar hacia Tracia en su apoyo.La inmigración turca sería decisiva para la supervivencia del Imperio, ya que le dio a su enemigo más nefasto, los otomanos, una nueva base de poder, no en Asia, sino ahora en Europa.En una aplastante victoria, los otomanos aniquilaron al ejército serbio en la batalla de Maritsa,[18] y en el período subsiguiente, muchos señores sobrevivientes se sometieron al sultán otomano Amurates I. Bizancio no se encontraba en mejor posición y tras quitarles Serres a los derrotados serbios, Juan V juró lealtad como vasallo de Amurates.Constantinopla fue confiada a Juan VII, el antiguo rival de Manuel, mientras este, en 1399, partía en una gran gira por Europa.El primer movimiento lo hicieron los bizantinos cuando Juan VIII y sus consejeros tomaron la arriesgada decisión de incitar a una rebelión dentro del Imperio otomano.Sin embargo, Amurates II la aplastó en agosto de 1422 y poco después Mustafá recibió la tradicional ejecución por ahorcamiento.El último emperador romano murió combatiendo, y como su cuerpo nunca fue reconocido, se supone que fue enterrado en una fosa común.Como déspota, había demostrado habilidad, pero la caída del Imperio ante los turcos era inevitable, sin importar cuán capaz y enérgico fuese quien se sentara en el trono.Es difícil saber qué libros se quemaron en sus bibliotecas, pero pocos estarían disponibles hoy si no fuera por la obra de Demetrio Triclinio, Manuel Moscópulo, Tomás Magistro y Máximo Planudes.A mediados del siglo XIV, cuando Bizancio se vio abrumado por los problemas, los profesionales consideraron que las tablas de Ptolomeo eran inadecuadas y gradualmente las abandonaron por las persas.Sin embargo, obras persas como la que versaba sobre el astrolabio se habían traducido al griego ya en 1309.El clero ortodoxo griego cultivó este tipo de obras, aunque no fueran cristianas y en muchos casos ni siquiera helenísticas.El sistema político, que giraba en torno a un emperador autocrático y semidivino con un poder absoluto, se había vuelto obsoleto.Ese sistema produjo guerras civiles que debilitaron severamente al imperio desde dentro, y lo dejaron expuesto a un ataque exterior.A mediados del siglo XV, restaurar la libertad religiosa y política de Bizancio era, en definitiva, una causa imposible.
La degradación de Andrónico II, su correinado junto a su padre, su hijo y su nieto y su propio reinado unipersonal, hizo que en la época se acuñasen varias monedas diferentes.
Bizancio al comienzo del reinado de Andrónico III.
Monedas bizantinas que muestran a Juan V y su coemperador y guía Cantacuceno durante su coexistencia pacífica
Bizancio (en rojo) en 1369, después de que los otomanos conquistaran la ciudad de Adrianópolis