Tras finalizar en Colombia las persecuciones en contra de los Jesuitas, en 1858, Paúl regresa nuevamente a Bogotá, donde asciende con prominencia como maestro, orador y consejero.
Paúl junto con otros sacerdotes, llegaron a Ecuador, antes de ser enviados al Estado Soberano de Panamá, Estado perteneciente a Colombia, por su Presidente Buenaventura Correoso.
[1] Entre sus acciones como Obispo de Panamá, Paúl reorganizó y estableció diferentes parroquias a lo largo de la Ciudad de Panamá, también se desempeñó en visitas pastorales a las diferentes comunidades y buscó una mejor disciplina y educación del clero en Panamá.
Con el tiempo Paúl fue tildado por Lesseps como El prelado más ilustre que he conocido, gracias a su apoyo y consejería en medio de la construcción.
En muchas de sus cartas pastorales,[2] alentó al Evangelismo y la Educación Católica, condenó al Conflicto entre Liberales con la Iglesia Católica y sus relaciones Iglesia-Estado.