En 1888 marchó a Valencia, donde el cardenal Antolín Monescillo le confió la capellanía de las Religiosas Catalinas Dominicas.
[3] En la capital levantina desplegó intensa actividad literaria con la publicación de numerosos periódicos, revistas y libros.
[2] Condenado a once años de prisión,[4] se exilió en París, donde residió hasta que recibió un indulto general concedido por el gobierno español en 1899.
Todo ello le llevaría a separarse del carlismo, aunque afirmó que seguiría defendiendo sus principios.
[11] En 1910 se retiró a Benimámet, donde fundó una nueva publicación titulada Tradición y Progreso, revista quincenal de cuestiones fundamentales ético-teológicas y científicas, órgano de la concordia tradicionalista, que también fue suspendida por las autoridades eclesiásticas en 1912.