Joaquín Lagos Osorio

Sin embargo, Arellano evitó mencionar que iba en calidad de Oficial Delegado, es decir con plenos poderes.

Nadie sabía que los cadáveres superaban la capacidad de la morgue y habían sido apilados en un patio del hospital, donde yacían a pleno sol.

Todos en la guarnición castrense se mostraron sorprendidos ante la reacción de Lagos, pues suponían que él había autorizado la ejecución masiva.

El general debió sobreponerse al desconcierto y articular —mediante bandos— una mentira piadosa para salvaguardar el ascendiente del Ejército y del Gobierno sobre la población civil, aunque responsabilizó a la Junta Militar.

Tiempo después Lagos envió al comandante en jefe una nómina de víctimas, dejando en claro que la responsabilidad por los crímenes correspondía a Arellano.

[7]​ Tras su salida de las filas castrenses, Lagos prácticamente desapareció de escena —siendo apartado de ceremonias oficiales y del círculo militar tanto activo como en retiro, pero conservó por 27 años el oficio secreto en que notificaba a Pinochet sobre los crímenes planificados por Arellano,[6]​ y que el comandante en jefe había ordenado rectificar.

Creí que a esta altura de su vida Pinochet hablaría con la verdad, pero no fue así», confesó Lagos en entrevista exclusiva para la prensa española.

[2]​[3]​ Los hechos históricos dejaron a Lagos en ingrata posición: fue considerado traidor por ciertos círculos del Ejército y visto con desconfianza por los familiares de ejecutados políticos.