[1] En aquella época, Bloch no era muy conocido en el mundo angloparlante, como lo llegará a ser durante la década de 1960, cuando fueron publicadas sus obras relacionadas con la sociedad feudal y la historia rural.
Además, tuvo influencia en muchos historiadores del mundo anglosajón, difundiéndose a medida que se traducían al inglés otros Annales académicos.
Se volvió a publicar en una nueva edición crítica en 1993 revisada por Étienne Bloch (1921-2009), el hijo mayor del autor, y con un prólogo de Jacques Le Goff.
Marc Bloch evoca por primera vez el origen griego de la palabra "historia"; indicando al lector que conservará, en esta obra, su significado más amplio.
Para Marc Bloch la historia, ciencia de los hombres, requiere por tanto "gran finura del lenguaje, un color adecuado en el tono verbal" para traducir fenómenos históricos muy delicados.
Para ilustrar esta idea, Marc Bloch cuenta que mientras estaba de vacaciones con Henri Pirenne, éste quiso visitar el nuevo ayuntamiento de Estocolmo y le dijo: "Si yo fuera un anticuario sólo me gustaría ver las cosas viejas.
Pero las huellas arqueológicas, por ejemplo, con el método histórico son prueba de hechos lejanos que no requieren la palabra humana.
El investigador debe después de "haberlo intentado todo, resignarse a la ignorancia y confesarlo honestamente".
Destaca que estos últimos se han convertido, lógicamente, en el tema principal de la historia.
Es menos probable que sufran los prejuicios de los hombres del pasado o una posible compensación para la posteridad.
Esto no significa, sin embargo, que el método crítico se difundiera instantáneamente a lo largo de la historia como una ciencia.
La escuela histórica alemana, Ernest Renan y Numa Denis Fustel de Coulanges "devolvieron a la erudición su rango intelectual" en el siglo XIX.
Y Marc Bloch reprocha con ello una "enseñanza mal concebida" y un "singular pudor" del historiador, que entrega "sin defensa" a los lectores a los "falsos brillos de una pretendida historia" como Charles Maurras, Jacques Bainville o Gueorgui Plejánov, quienes "afirman allí donde Fustel de Coulanges o Pirenne hubiesen dudado".
Finalmente existe una tercera forma de impostura: el "solapado retoque", que consiste en insertar falsedad en un contenido verdadero, generalmente detalles inventados.
El autor establece un paralelo entre este microcosmos particular y la Alta Edad Media, donde la tradición oral también es fuerte.
En este largo subcapítulo, Marc Bloch busca identificar la "dialéctica propia" de la crítica del testimonio.
Toma como ejemplo una hazaña militar relatada por Marcellin Marbot en sus Memorias, que no está corroborada por ninguna prueba existente.
"Desenmascarar una imitación no es sino reducir a uno solo lo que primero creíamos dos o varios testimonios".
Este elemento del método crítico que Marc Bloch llama "el principio de semejanza limitada" se ilustra muy bien, según él, en los estudios estadísticos, donde varios estudios compartidos sobre un tema idéntico que incluyen un gran número de datos (y donde los errores aislados se compensan entre sí) lógicamente proporcionarán resultados concordantes, no idénticos pero tampoco drásticamente diferentes.
Esto cuestiona la metodología crítica pero no por ello se vuelve obsoleta, porque cualquier testimonio, aunque tenga un carácter original, permanece ligado a su tiempo.
Para Marc Bloch es necesario movilizar las herramientas proporcionadas por la teoría de las probabilidades en esta crítica del testimonio.
Para Marc Bloch, hay una palabra que "domina e ilumina nuestros estudios [de historiadores]: «comprender»".
Marc Bloch aborda en este subcapítulo la importancia de agrupar y comparar los hechos humanos para comprenderlos mejor.
Los hombres pueden asumir varios roles que se entrelazan, haciendo sutil el estudio de este objeto.
El autor detalla los orígenes y los usos, a veces problemáticos, del término "Edad Media".
Además, deplora la costumbre de establecer límites cronológicos entre los siglos, considerando que es necesario preguntar a los fenómenos estudiados por sus propios períodos.
El último capítulo de esta obra inacabada tiene sólo unas pocas páginas y no contiene subsecciones.
[7] Noiriel establece un paralelo entre la Introducción y otra obra escrita durante la guerra por Marc Bloch, La extraña derrota.
[11] Además, Marc Bloch insiste en la importancia del trabajo colectivo y de la transdisciplinariedad, demasiado poco movilizados para su gusto.
[14] Introducción a la historia ha sido descrito como no representativo de su enfoque histórico en el sentido de que analiza eventos contemporáneos en los que Bloch estuvo personalmente involucrado y sin acceso a fuentes primarias.