Instrucciones de Palamós

Muchos años más tarde, ya anciano el rey Felipe II.

El preceptor del futuro Felipe III (su segundo hijo varón -su primogénito, el príncipe Carlos, murió joven y no destacó por su disposición a los estudios, aunque recibió educación universitaria en Alcalá-) encargó a Juan de Mariana la redacción del tratado De rege et regis institutione (Toledo, 1599).

[7]​ Carlos I elaboró estas "Instrucciones" con el objeto de dirigir las acciones tanto personales como políticas del príncipe al que deja el gobierno de los reinos hispánicos.

De modo genérico, le encarece mantenerse fiel a la Iglesia católica.

En particular, le advierte tener en cuenta las particularidades de cada uno de los territorios e instituciones que debe gobernar; y saber valerse, pero sin confiar del todo en ninguno, de los consejeros que explícitamente le recomienda ("tratad los negocios con muchos y no os atéis ni obliguéis a uno solo").

... Y si sentís algún enojo o afición en vos, nunca con ese mandéis ejecutar justicia, principalmente que fuese criminal.

Guardaos de ser furioso, y con la furia nunca ejecutéis nada.

No me pesará que el cardenal de Toledo estuviera presente cuando firmáredes.

... Guardaos mucho de no firmar cartas particulares en las Cancillerías, ni otros tribunales de justicia, en recomendación de las partes, porque sabed que para hacer mal muchas veces toman el ruego del Rey por mando, y para bazar bien no todos obedecen a sus mandamientos.

... ... conviene mucho que os guardéis y que no os esforcéis a estos principios [la sexualidad], porque demás que eso suele ser dañoso, así para el crecer del cuerpo como para darle fuerzas, muchas veces pone tanta flaqueza que estorba a hacer hijos y quita la vida como lo hizo al príncipe don Juan, por donde vine a heredar estos Reinos.

Por ahora esto no se puede hacer, así por no haber las vituallas necesarias como por falta de dineros y poco aparejo y harta flojedad que habría en sacar esta gente del Reino, y también porque hasta saber qué hará el Turco no tengo mis galeras libres.

Y luego convendría, principalmente si la armada del Turco diese libertad a la mía, hacer esta entrada y ofención así de la parte de acá como por mar y por Italia, para lo cual no faltarían las vituallas, pues la cosecha estará hecha.

Yo no quiero hablar en lo de la sisa, porque tengo jurado de nunca pedirla, bien sé que vos ni yo no tenemos otra mejor forma que esa para remedio de nuestras necesidades, o sea por este efecto o por remediarnos y sostenernos en tiempo de paz y sosiego, y fuese dándole el nombre que quisiesen.

A Cobos tengo por fiel, hasta ahora ha tenido poca pasión, ahora paréceme que no le falta, no es tan gran trabajador como solía.

La edad y dolencia lo causan, bien creo que la mujer le fatiga, y es causa de meterle en la pasiones y aun no deja de darle mala fama cuanto al tomar, aunque creo que no toma él cosa de importancia, basta que unos presentes pequeños que hacen a su mujer le infame.

... Para lo de la Hacienda es gran oficial, y si algunos parece que él es que la disipa y pierde, no es suya la culpa ni aun mía, como tengo dicho, mas es la causa los negocios, cuando ellos lo permitiesen, creo que tan buen reformador sería como otro cualquier.

La contaduría no la tiene sino durante mi ausencia, ya que volví se la podía quitar, mas no le quise hacer este desfavor; si me muriese bien haréis de confirmársela y serviros de él.

Al obispo de Cartagena todos lo conocemos por muy buen hombre; cierto que no ha sido ni es el que más os conviene para vuestro estudio; ha deseado contentaros demasiadamente.

Plegue a Dios que no haya sido por algunos respetos particulares.

No sería bien que en lo de la conciencia os desease tanto contentar como ha hecho en el estudio.

No hablo en lo del cardenal de Sevilla, porque él está ya tal, que estaría mejor en su iglesia que en la Corte; él solía ser muy excelente para cosas denostado y aún lo es en lo sustancial, aunque no tanto por sus dolencias; en lo particular, también me solía aconsejar de él en elecciones de personas y otras particularidades, en que en verdad él me aconsejaba bien.

Ahora podéis le probar en lo que os pareciere y debéis estar sobre aviso, porque a mi parecer ya no anda sino tras otros.

Cuando él se quisiese ir en su iglesia, con buenos medios y sin desfavorecerle, no haríades mal en enderezarle a ello.

El Presidente es buen hombre; no es, a lo que yo alcanzo tanta cosa como sería menester para un tal Consejo, más tampoco hallo ni sé otro que le hiciese mucha ventaja.

Mas todavía creo que no usará de su oficio sino bien.

Cuanto a Francia, yo he hecho siempre todo lo que se ha podido desde que comencé la reinar, por vivir en paz .con el rey Francisco difunto, y muchas buenas obras y por ello y su consideración y pasado muchos tratados de paz y tregua, los cuales nunca ha guardado; como es notorio, sino por el tiempo que no ha podido renovar guerra o ha querido esperar de hallar oportunidad de dañarme con disimulación; ni han aprovechado mis grandes oficios hechos.

Y siguiendo esto, si Dios fuere servido llevarme, he ordenado que la gente española que está acá se pase al Estado de Milán, porque esté allí de respecto, y será a propósito para si algunos quisiesen hacer movimiento, y señaladamente franceses; y siendo allí, se terná siempre en la mano para todo lo que se pudiese ofrecer en Italia, y aun para tener a los dichos franceses, que no muevan algo de nuevo después ni de pronto en otra parte.

Y cuanto a las galeras, no veo que se puedan excusar de entretener las de España, Nápoles y Sicilia, por la guardia ordinaria de los reinos y súbditos de ellos, y contra turcos y moros, porque no se puede haber tanta confianza de la tregua con el Turco que se deba dejar de tener las dichas galeras armadas, aunque no fuese sino para obviar a las correrías de piratas y cosarios, cuanto más por el respecto a franceses, y otros que quisiesen inquietar la Italia, o hacia España; y si se dejase el entretenimiento de las dichas galeras, no se podría después ser a punto para la necesidad que sobreviniese.

Cuanto a la parte de España, no es de creer que franceses muevan guerra abiertamente en su nombre, ni con asistir el señor d' Albret según les han mal sucedido las pasadas, y que se les podría fácilmente resistir, como se ha hecho hasta aquí; y si los dichos franceses pueden invadir en muchas partes, también temerán de lo mismo, y aun a ellos les será imposible proveerse de gente de guerra, ni sostener el gasto en tantas partes, según se ha visto.

Y demás de esto, es verisímil que el rey de Inglaterra, que ahora es mozo, viniendo en edad, haber sentimiento de las cosas que han hecho y harán franceses contra él y en su perjuicio durante su menor edad; mas miraréis de no os empachar en ello tanto cuanto pudiéredes, y os firmaréis siempre en los tratados que tenemos fechos con ellos, con los unos y con los otros; señaladamente no trataréis ni haréis con los dichos ingleses cosa alguna que directa o indirectamente pueda ser cosa contra nuestra santa fe y autoridad de la Sede Apostólica.