Economía de la Antigua Roma

La técnica que los romanos usaban al cultivar la tierra ha perdurado, en lo esencial, hasta nuestros días.

Por lo tanto, al ser de madera, no dejaban los característicos surcos que podemos observar hoy en día en las tierras aradas.

En el invierno, sin embargo, las actividades que se realizaban eran menos pesadas, aunque igualmente importantes.

Esto puede hacernos pensar que en las ciudades romanas había muy pocos artesanos y fabricantes de utensilios, pero, en realidad, no fue así.

Estos se realizaban con la entrega del bien y el pago correspondiente ante testigos, siendo entonces una venta perfecta.

Cada ciudadano, fuera libre o esclavo, desarrollaba una actividad, desde la manufactura y el comercio hasta las profesiones de maestro, banquero y arquitecto, aunque estas últimas no tenían la misma consideración que se las da hoy en día.

También las obras públicas movilizaban a infinidad de especialistas: albañiles, carpinteros, canteros, fontaneros, ingenieros, arquitectos etc.

Tanto la lengua como las legiones fueron apoyadas por el comercio, siendo al mismo tiempo parte de su espina dorsal.

[9]​ Pero la ya citada Pax romana no sólo hizo posible el auge del comercio hasta cotas nunca antes vistas, sino que provocó un espectacular crecimiento demográfico.

Y, dicho sea de paso, rara vez volvería a brillar con tanta luminosidad.

Es decir, debe haber algo que pueda ser utilizado como patrón para “medir” el valor de las cosas.

Los denarios se utilizaban sólo en las medianas y grandes transacciones, dejando el uso general del as de cobre para las pequeñas.

En cuanto a la sanidad, solo se puede decir que no existía tal y como la conocemos hoy en día.

Los médicos atendían a los enfermos en los propios hogares de estos y cobraban por los servicios prestados.

En el caso de estos últimos, los emperadores, unos se caracterizaron por su buena gestión de las finanzas y por los superávit que acumularon (como Augusto o Trajano); otros, por lo austeros y “tacaños” que eran en el tema del gasto público (como Tiberio o Claudio); y los demás por derrochar los superávit que los “tacaños” y los “buenos administradores” consiguieron en la realización de costosos espectáculos públicos, grandes obras monumentales y/o para dar gusto a su opulencia, construyéndose suntuosos palacios con todo el lujo imaginable (como Calígula, Nerón, Domiciano, Cómodo, Caracalla…).

Este impuesto consistía en prestaciones en las fincas reales, en edificios de la ciudad y en obras públicas.

También se gravó un impuesto para los residentes en Roma que no poseían la ciudadanía romana, los llamados aeraii, quienes pagaban una renta.

Incluso el pastoreo del ganado en los dominios de tierra pública (Ager Publicus) estaba gravado mediante la Scriptura, la cual había que desembolsar.

Y devengaba también el arriendo de tierras estatales (del Ager Publicus) mediante un impuesto llamado Vectigalia.

Todas las ciudades debían enviar a Roma el dinero recogido de los impuestos (Stipendium).

[cita requerida] La República siempre recurrió al sector privado para que aportara la necesaria experiencia recaudatoria.

[13]​ Este “sector privado” recogía los impuestos directos e indirectos y se bastaba por sí solo para provocar la desesperación de los pobres provincianos.

Se puede pensar que los gobernadores estaban obligados a mantener la justicia y la paz entre sus súbditos.

[5]​ Naturalmente, aunque los provincianos siguieron estando bajo una tremenda presión fiscal, toda esta corrupción aminoró en gran parte con el establecimiento del régimen Imperial.

Pero, normalmente, los senadores eran las personas más influyentes, ricas y poderosas de Roma, así que, bien ayudados por sus innumerables clientes, bien utilizando su enorme fortuna, en la mayoría de las ocasiones conseguían corromper a los tribunales y salir así airosos del problema.

Y, como esto ocurría casi continuamente, quien se atrevía a denunciar públicamente las irregularidades cometidas por un gobernador cavaba, literalmente, su propia tumba.

Tras las crisis del siglo III, y como continuación de las reformas emprendidas durante los Severos, con los impuestos annonarios, Diocleciano estableció la capitación tal como más frecuentemente es conocida.

El rendimiento obtenido era puramente teórico y virtual, pero constituía la base para exigir la cuota tributaria.

La capitación era pagadera en especies, generalmente se recaudaba de manera trienal, y podía liquidarse en tres pagos.

La tendencia fue sustituir este impuesto, en su forma individual, por una vinculación vitalicia del colono a la tierra (inicio de los siervos).

PIB hacia el 1 d. C. de diferentes regiones del imperio, se aprecia el peso de Italia y las regiones orientales del imperio. Fuente: Universidad de Groninga [ 1 ]
Escena de recolección en la época romana
Azada romana de hierro, 2000 años de antigüedad. Puede ser vista en el Field Museum of Natural History (Chicago).
El foro romano , centro de la actividad económica en la Antigua Roma
Una de las mayores exportaciones de Italia en tiempos de la Antigua Roma fueron sus excelentes vinos.
Arriba: c. 157 a. C. República Romana , c. AD 73 Tito Flavio Vespasiano , c. 161 Marco Aurelio , c. 194 Septimio Severo ;
Abajo: c. 199 Caracalla , c. 200 Julia Domna , c. 219 Heliogábalo , c. 236 Maximino el Tracio .
Era de las provincias (territorios externos a Italia ) de donde Roma sacaba la mayor parte de sus ingresos. En el mapa, provincias del Imperio romano en el momento de su máxima extensión, hacia el 117 d. C.