Imitatio
[1] La obra de Dionisio en tres volúmenes Περὶ Μιμήσεως (Sobre la imitación), que fue la más influyente para los autores latinos, se ha perdido.Con Cicerón era importante acercarse al ideal del orador perfecto (perfectus orator), asimilarlo e imitarlo como modelo.El enfoque de la imitación literaria está estrechamente relacionado con la observación generalizada de que 'ya se ha dicho todo', lo que también ya fue declarado por los escribas egipcios alrededor del año 2000 a. C. El objetivo ideal de este enfoque literario no era la originalidad, sino superar al predecesor mejorando sus escritos y poniendo el listón a un nivel superior.[2] En Quintiliano, y en la retórica clásica en general, se puso mucha atención sobre el proceso de la imitatio.Pero también se pretendía imitar las bellas artes de la antigüedad para revivirlas y superarlas (aemulatio, emulación) en la medida de lo posible, por medio del nobilitare o ennoblecimiento de la materia común, ya fuera la lengua patrimonial o la misma tradición cristiana: Miguel Ángel esculpió un personaje bíblico como si fuera un dios griego, y unía así los dos pilares de la cultura occidental en su David adolescente: el bíblico cristiano y el pagano grecolatino.Dominan en ese siglo las recetas imitatorias del academicismo, pero existe una corriente subterránea y popular que poco a poco pone en tela de juicio esa imitación; lo había anticipado, por ejemplo, el padre Benito Jerónimo Feijoo en su ensayo de estética "El nosequé" contenido en su Teatro crítico universal.