Por tanto es preciso examinar cuáles son los defectos en que cae actualmente la predicación.
En primer lugar la encíclica recuerda que ya el Concilio de Trento declaró que la predicación corresponde principalmente a los obispos .En efecto, los obispos son los sucesores de los Apóstoles y estos consideraban que la predicación del Evangelio hacía parte de su deber pastoral.
El papa explica y muestra que en la Iglesia siempre se ha acostumbrado a actuar de este modo Sin embargo, actualmente no sucede así, de modo que cualquiera que piensa emprender el ministerio de la palabra encuentra fácil acceso a la predicción y además la ejerce a su arbitrio.
Por tanto, se debe definir como un vano predicador el que no busca estos resultados.
En cuanto a cuál debe ser la materia de la predicación, San Pablo da un respuesta clara: “A Jesucristo y su Crucifixión”;[7] por esto el predicador debe hacer los necesario para que la humanidad conozca cada vez más a Jesucristo y todo lo que es necesario creer y la madera en que se debe vivir.