La región fue habitada por tribus bereberes y sus costas fueron ocupadas por fenicios a inicios del siglo X a. C. La ciudad de Cartago fue fundada en el siglo IX a. C. por colonos venidos de Tiro que expandieron su influencia sobre Sicilia, Iberia y otras importantes zonas del mar Mediterráneo occidental.
Desde entonces, el país fue conducido a marchas forzadas hacia la modernización y la integración económica, bajo el impulso de un partido político único mantenido en el poder.
Túnez albergó progresivamente una serie de factorías fenicias, al igual que otras regiones mediterráneas desde Marruecos e Iberia hasta Chipre.
[42] La población original del espacio tunecino era libia-bereber y, cuando vio la proximidad de las factorías, adoptó en cierta medida la cultura púnica.
Además, los cartagineses se apoyaron en estas regiones sobre una presencia fenicia anterior a la creación de Cartago, excepto quizás en la costa atlántica.
Apio Claudio Cáudex cruzó entonces el estrecho y tomó por sorpresa la guarnición púnica de Mesina, acontecimiento que desencadenó la guerra.
La cohesión social pareció entonces estar en peligro, lo que llevó a respuestas tales como el saqueo de tumbas cristianas.
[57] A pesar de esta lucha religiosa, la coyuntura económica, social y cultural era relativamente favorable al momento del triunfo del cristianismo,[61] como lo testifican los numerosos vestigios, especialmente, las basílicas en Cartago —en particular, la de Damous El Karita— y numerosas iglesias acondicionadas en los antiguos templos paganos (como en Sbeitla) o incluso ciertas iglesias rurales.
[63] Los vándalos profesaban el arrianismo,[65] declarado herejía en el concilio de Nicea, lo que dificultó sus relaciones con los notables locales, mayoritariamente católicos.
[66] En primer lugar, comenzó una sangrienta persecución contra los maniqueos y luego prohibió que quienes no se adhirieran a la Iglesia oficial ocuparan un cargo en la administración pública.
El reclutamiento de su ejército decreció en tal medida que prefirieron enrolar a autóctonos bereberes, romanizados en su mayor parte.
[74] El primer objetivo del emperador se centró en controlar el Mediterráneo occidental con miras a reconstituir el Imperio romano.
[66] Justiniano reaccionó enérgicamente contra esta declaración: los rebeldes eran merecedores de castigos corporales y el exilio, mientras que los más recalcitrantes fueron sustituidos por hombres al servicio del Imperio.
[79] Enviado en 693 con un poderoso ejército árabe, el general gasánida Hassan Ibn Numan logró vencer al exarca y reconquistar Cartago[80] en 695.
[83] En 800, el califa abásida Harún al-Rashid delegó su poder en Ifriqiya al emir Ibrahim I ibn Aglab[84] y le otorgó el derecho de transmitir sus funciones por vía hereditaria.
[85] Esta flota y sus defensas les permitieron no solo tomar Malta,[92] sino sobre todo atacar Sicilia en 827, bajo el reinado de Abu Ishak Ibrahim II (875-902).
El soberano se refugió entonces en Mahdia en 1057, mientras que los nómadas continuaron expandiéndose en dirección a Argelia, quedando el valle de Meyerda como la única ruta frecuentada por los mercaderes.
Ifriqiya fue entonces repartida entre los hamadidas en Túnez, los últimos ziríes, los normandos de Sicilia y los príncipes hilalianos que se impusieron a su turno.
[94] Vastos dominios agrícolas que vivían en simbiosis con las aglomeraciones urbanas, se convirtieron en estepas, lo que tuvo como resultado un marasmo general; sin embargo, las rebaños de los hilalianos, compuestos por cabras, carneros y asnos, se adaptaron mejor a la vegetación y la multiplicación de los dromedarios permitió a los pastores emigrar hacia el sur.
Fue durante su reinado cuando tuvo lugar la Octava Cruzada, liderada por Luis IX de Francia y que resultó un fracaso.
En 1560, Turgut Reis llegó a Yerba y, en 1574, Túnez fue retomada por los otomanos[84] que la convirtieron en una provincia de su imperio[65] en 1575, aunque los gobernadores turcos se arraigaron en los puertos mientras los beduinos mantuvieron su propio gobierno.
Algunos monumentos muestran su filiación otomana: alminares poligonales y cilíndricos o mezquitas bajo una gran cúpula central, como las de Sidi Mahrez en Túnez.
[73] Túnez se dirigía recién a una independencia real en 1873 con Kheireddine Pacha,[112] cuando cayó bajo el dominio de una potencia extranjera.
Italia, que debió afrontar una sobrepoblación, ansiaba una política colonial y el territorio tunecino, cuya minoría europea estaba compuesta principalmente de italianos.
[126] Desde el fin de la Primera Guerra Mundial, una nueva generación organizada en torno a Abdelaziz Thâalbi preparó el nacimiento del partido político Destour.
[130] Tras haber fustigado al régimen del protectorado en periódicos como La Voix du Tunisien y L’Étendard tunisien,[131] el abogado Habib Burguiba fundó en 1932, junto con Tahar Sfar, Mahmoud Materi y Bahri Guiga, el periódico L'Action Tunisienne,[132] que, además de la independencia, preconizaba el laicismo.
[139] Los registros sobre este tema son escasos, pero algunos documentos reflejan la polémica generada por los abusos cometidos a instigación del general Garbay.
En respuesta a las investigaciones, la residencia puso como pretexto la exageración con fines propagandísticos, pero los abusos no fueron puestos en duda, aunque todavía se ignoraba la proporción exacta de los mismos.
[147] Con una economía debilitada por el fin del socialismo, se propuso el panarabismo defendido por Muammar al-Gaddafi como un proyecto político que unificaría Túnez y Libia bajo el nombre de República Árabe Islámica; sin embargo, el proyecto fracasó rápidamente debido a las tensiones, tanto nacionales como internacionales.
[150] Pero la situación favoreció el crecimiento del islamismo[140] y el largo mandato de Burguiba terminó en una lucha contra esa religión.