En tiempos modernos, la autenticidad de estos hechos ha sido puesta en duda o negada, sin que hasta la fecha pueda saberse con certeza si el episodio fue real o legendario.
Poco después el infante fue trasladado por sus tutores desde su alojamiento en Simancas a la seguridad de Ávila.
Enfurecido con la actitud de los abulenses, el rey de Aragón se retiró a su campamento y ordenó matar a los rehenes y freír en aceite sus cabezas; desde entonces el paraje donde tuvo lugar este hecho, al noreste de Ávila, se conoce como "Las Hervencias".
[6][7][8][9] A finales de este siglo el aragonés Pedro Abarca negaba toda la historia como calumniosa para la memoria del rey Alfonso de Aragón[10] y Manuel Risco tachaba a Ariz de fabulista,[11] pero todavía tendrían que pasar cien años hasta que la crítica hiciera mella en la tradición.
A la semana siguiente el catedrático y académico de la historia Vicente de la Fuente escribía una carta al periódico en la que calificaba esta tradición como "una fábula ridícula, calumniosa e inverosímil, mal forjada en el s. XVI por un falsario tan torpe como ignorante", y poco después el senador e historiador abulense Juan Martín Carramolino replicaba por el mismo medio considerando el episodio como "un suceso real, efectivo, verdadero, que constituye una de las más gloriosas páginas de la historia de Ávila".