Tras una breve estancia como preso en el Centro Penitenciario de Saint Laurent du Maroni en la Guayana Francesa, es trasladado a la cercana Isla del Diablo, perteneciente a las Islas de la Salvación, donde verdaderamente da comienzo su extraordinaria historia.
Allí experimenta la "forma más pura del amor y la belleza", pero llevado por sus deseos de justicia, abandona el poblado en dirección oeste.
Durante su permanencia en la Isla del Diablo, él decide que todos sus intentos de fuga fueron muy complicados.
Su nuevo y simple plan sería arrojarse al mar desde los riscos usando una bolsa con cocos como balsa.
En los preparativos iniciales de la fuga, Papillon observa que las olas repiten una particular sucesión.
Por desgracia, Sylvain dejó prematuramente la balsa y se hundió en las fangosas arenas movedizas, desapareciendo cuando las olas mojaron su débil trampa.
Incluso cuando pudo haber vivido en libertad, él y otros cinco luego continuaron por tierra hacia Venezuela, donde fueron capturados y encarcelados en las Colonias Móviles de El Dorado, prisión localizada en El Dorado (un pequeño pueblo minero de oro en la Guayana venezolana que fue llamado así por el mito de la Ciudad del Dorado), donde se sorprendió del trato que recibían los prisioneros, como notó de una manera similar a la que los franceses trataban a los convictos en las galeras del siglo XVIII y XIX.
Siguió siendo un fugitivo de la justicia francesa hasta que su causa prescribió en 1967 por el paso del tiempo.
En 1970 Charrière es indultado por el presidente francés Georges Pompidou y se instaló en la localidad malagueña de Fuengirola, España.
Aún continúa existiendo el referido café, con fotos de Papillon que decoran sus paredes, donde curiosos se deleitan al ver a este legendario personaje sentado en las afueras del boulevard donde acostumbraba fumar un habano y compartir con sus clientes.
La veracidad de lo acontecido ha sido cuestionada, aunque el autor, excepto por algunos huecos en su memoria, siempre la defendió.
Una segunda parte muy digna de ser leída, escrita en el mismo estilo ameno y directo.