Para poder sortear las limitaciones que aún afectaban a la fuerza aérea alemana por el Tratado de Versalles, el nuevo avión se presentó como un modelo civil.
El Heinkel He 59 era un avión agradable para volar; las deficiencias observadas fueron un motor de poca potencia, limitada autonomía y capacidad de carga e insuficiente armamento defensivo.
Al finalizar el conflicto, siete ejemplares volvieron a Alemania y tres quedaron en poder del Ejército del Aire español, siendo integrados en el 52 Grupo Mixto de Hidros de Pollensa, donde sirvieron hasta 1946.
Fueron utilizados para el reconocimiento y para sembrar campos de minas en el estuario del Támesis.
Como unidades activas de la Luftwaffe, estos aviones seguían siendo objetivos válidos, y los británicos también creían que los aviones pintados de blanco estaban poniendo minas o transportando a agentes alemanes, y estaban convencidos de que estaban transmitiendo información a los bombarderos alemanes para guiarlos hacia sus objetivos.