Austria, que por entonces estaba gobernada conjuntamente por María Teresa y su hijo, el emperador José II, pretendía desde hacia tiempo la Baja Baviera y parte del Alto Palatinado, que constituían juntos casi una tercera parte del electorado.
[3] Carlos Teodoro quería que sus descendientes ilegítimos fuesen aceptados como príncipes del Sacro Imperio Romano Germánico.
Para convencer a José II, reconoció las pretensiones territoriales de Austria.
El enfrentamiento comenzó con breves escaramuzas, ya que ninguna de las partes quería arriesgarse a un conflicto abierto.
El Tratado establecía que Austria debía devolver a Baviera todo el territorio que había adquirido en el último año, salvo un pequeño distrito en la parte oriental del río Eno; también Austria debía acceder a la futura unión de Prusia con Ansbach y Bayreuth; y por último, el elector de Sajonia recibiría una indemnización en dinero a cambio de los territorios bávaros que reclamaba.