Es autoría del apóstol Pablo para las iglesias de Galacia, escrito entre los años 49 y 58 d. C.[1].[3] La breve introducción comprende el saludo y el motivo de la carta: prevenir a los destinatarios del peligro de deformación del Evangelio a que están expuestos.Aunque Pablo aún no detalla en qué consiste la distorsión del Evangelio que algunos intentan propagar, condena por dos veces con una maldición a quienes intenten alterarlo, subrayando la seriedad del asunto.Esta defensa no solo refuerza su postura, sino que también sirve como una exhortación a superar el miedo al juicio de los demás y mantenerse fieles a la verdad del Evangelio, sin comprometerse por razones de conveniencia o aceptación social.Al igual que otros llamados por Dios, su vocación subraya la iniciativa divina y no se basa en méritos propios.[20] Tras su corta estancia en Jerusalén, Pablo recuerda que estuvo en Siria y Cilicia, aunque no sabemos por cuánto tiempo.Probablemente «Santiago, el hermano del Señor» es quien dirigió algún tiempo la comunidad cristiana de Jerusalén y a quien se le atribuye la carta que lleva su nombre.