Francisco Bivar

La historia contaba que al marchar a la guerra con Alfonso el Batallador todos los hombres casados de Garray quedaron solos en la aldea mujeres y curas.

Años después, al volver los hombres, se encontraron con gran número de muchachos adulterinos que se oponían a su regreso y les impedían recuperar sus haciendas.

Espantados, los obispos escaparon a toda prisa y desde una altura próxima Prudencio maldijo el lugar, convertido desde entonces en un despoblado.

Respondiendo a una solicitud del cardenal Baltasar Moscoso que marchaba a Roma a recibir el capelo cardenalicio en 1630, en medio de rumores de que en la Santa Sede se estudiaba prohibir los cronicones por la defensa que en ellos se hacía de la Inmaculada Concepción, y para ayudar al cardenal a defender el Cronicón de Dextro ante la curia, redactó un memorial apologético dirigido al papa Urbano VIII: Beatissimo Urbano, urbis doomino, orbis doctori, summo Ecclesiae pontifici: pro Fl.

[7]​ Pero a Bivar, que en sus comentarios, según Godoy, «a veces delira», se le distingue de todos aquellos falsificadores —a los que solía dar crédito— por la rectitud de su comportamiento y buen sentido, lo que, a título de ejemplo, le llevará a denunciar ante el cardenal Moscoso la impostura de un fraile mendicante, que «es pobre y necesitado de socorro para sus caminos», el cual trataba de colocar al cardenal las actas fabulosas de dos santos más, hasta entonces completamente inéditos, diciéndole haberlas encontrado precisamente en la biblioteca Vaticana —en la que Bivar estaba seguro de que no se hallaban— y ello tras haberle dicho a él una vez que las había leído con el Dextro en la biblioteca de Fulda y otra que las había hallado en un monasterio del Languedoc en Francia.

Juan de Noort , frontispicio de la obra de Francisco Bivar, Marci Maximi Episcopi Caesaraugustani viri doctissimi Continuatio Chronici omnimodae Historiae ab Anno Christi 430 , Madrid, 1651. Biblioteca Nacional de España