Se daban clases de feminismo, corte y confección, cocina, cálculo mercantil, dactilografía, aritmética, gramática en varias lenguas, taquigrafía y educación física.
En un primer momento, la biblioteca tenía un horario muy reducido, sólo domingos y festivos dos horas y media, debiendo pagar las socias una cuota de 0,10 pesetas al mes o 1 peseta al año.
En 1922, el presidente de la Mancomunidad, Josep Puig i Cadafalch, inauguró, con una ceremonia solemne el nuevo edificio del Instituto, situado en la calle Sant Pere Més Baix, en una antigua casa medieval que pertenecía a la familia Bielsa.
Francesca no se detuvo ahí y adquirió unos terrenos en Badalona, cerca del mar, para que las mujeres pudieran llevar a cabo clases de natación, incorporando así el deporte en sus vidas.
Su discurso dirigido a la mujer, descansaba en tres pilares fundamentales: la religión cristiana, el cultivo de la inteligencia y el amor a la familia.
Entre 1935 y 1936 sacó adelante la revista Claror, portavoz del reformismo feminista propugnado por el Instituto de Cultura y Biblioteca Popular de la Mujer, donde firmaban mujeres de gran prestigio como Rosa Sensat, Lola Anglada, Aurora Bertrana o la propia Francesca Bonnemaisson.
Antes de la Guerra Civil el fondo del Instituto estaba formado por 23000 volúmenes y por sus aulas habían pasado alumnas tanto destacadas como Concha Espina, Maria Domènech o María Montessori.
Cuando estalló la guerra civil se refugió en Territret-Montreux, Suiza, cerca de su ahijado Cambó, a quien le hacía de secretaria, donde permaneció durante todo el conflicto.
El material de Francesca Bonnemaison incluye documentación académica y otra documentación personal; obra creativa (poemas); biblioteca y hemeroteca que reúne un conjunto de monografías y publicaciones periódicas de temática cultural general; escritos sobre la productora.