Gracias a la fonética experimental se sabe que la mayoría de los sonidos, en especial las vocales, están constituidos por combinaciones de unas pocas frecuencias, los llamados formantes, que permiten al oído reconocer dicho sonido.
Los símbolos fonéticos y sus definiciones articulatorias son las descripciones abreviadas de tales actividades.
Con su ayuda el hablante modifica la salida del aire que procede de los pulmones.
Los sonidos se producen cuando se ponen en contacto dos órganos articulatorios, por ejemplo el bilabial (p), que exige el contacto entre los dos labios; también cuando se ponen en contacto un órgano fijo y otro articulatorio, y el sonido se nombra con los órganos que producen la juntura, o punto de articulación, como por ejemplo el sonido labiodental (f) que exige el contacto entre el labio inferior y los incisivos superiores.
Cuando es la lengua el órgano móvil no se hace referencia a ella en la denominación del sonido.
La fonología aduce razones estructurales por las cuales deben ser considerados equivalentes o simples variantes de una entidad más abstracta llamada fonema.
Los fonemas están configurados también por unidades mínimas que los diferencian entre sí y son los llamados rasgos distintivos.
Por ejemplo, en español, la primera
Por ejemplo, la letra
El proceso de comunicación tiene seis elementos fundamentales: emisor, receptor, código, mensaje, canal y fenómenos extralingüísticos.
La articulación, que es la última etapa del mensaje en el emisor, la estudia la llamada fonética articulatoria.
Este se transmite por un canal en forma de ondas sonoras (fonética acústica).
Los primeros estudios fonéticos conocidos fueron llevados a cabo ya en el siglo VI a. C. por gramáticos del sánscrito.
[2] El erudito hindú Pāṇini se encuentra entre los más conocidos de estos primeros investigadores.
Su gramática de cuatro partes, escrita alrededor del 350 a. C., es influyente en la lingüística moderna y todavía representa "la gramática generativa más completa de cualquier lengua escrita hasta ahora".
[3] Su gramática formó la base de la lingüística moderna y describió varios principios fonéticos importantes, incluida la sonorización.
Se esperaba que los fonetistas aprendieran a reconocer de oído los diversos sonidos del Alfabeto Fonético Internacional (IPA por sus siglas en inglés) y la IPA todavía evalúa y certifica a los hablantes sobre su capacidad para producir con precisión los patrones fonéticos del inglés (aunque han descontinuado esta práctica para otros idiomas).