Filin

El término filin es una versión españolizada del vocablo inglés "feeling", que en su raíz etimológica significa "sentimiento".

También, numerosos sitios en La Habana constituyeron un fiel testimonio del quehacer artístico de los trovadores que buscaban sus afinidades estéticas y se agrupaban con esos objetivos.

Precisamente, la mayoría de esas Casas está ubicada en los centros trovadorescos antes mencionados y otros que han ido alcanzando notoriedad por sus actividades, tales como Holguín, Camagüey, Ciego de Ávila, Trinidad, Guanabacoa y otras ciudades.

Hay que decir, que a partir de los planteamientos armónicos del filin, el acompañamiento dio un salto cualitativo en su modernización, pues comenzó a armonizarse en versiones más contemporáneas las canciones y boleros tradicionales utilizando las armonías propias del filin, lo cual dio la posibilidad de no siempre apelar las transparencias verticales características del bolero tradicional.

Estos antecedentes crean las condiciones, constituyen el umbral musicológico para la aparición de expresiones contemporáneas en ambas direcciones.

Desde la óptica del análisis musical, existen en el filin elementos que sobresalen comparativamente, en relación con otras modalidades de la canción cubana.

También es muy característica la sucesión paralela de acordes, las progresiones y las secuencias armónicas descendentes por medio tono.

Con la aparición del filin, el bolero –y lo hacemos extensivo a toda la canción- experimentó cambios armónicos, melódicos, estructurales, expresivos y de contenido literario, que lo condujeron a una modernización de alcances revolucionarios en su concepción estética.

Textos como los utilizados por Marta Valdés en su canción En la imaginación, popularizada por ese maravilloso intérprete del filin que fue Vicentico Valdés, o la obra poco conocida de César Portillo de la Luz , en su propia interpretación , y que lleva por título Canción existencialista, apuntan hacia temáticas filosóficas.

Ello implica la existencia de posiciones polémicas, pues hay quienes consideran al filin un género en sí, y no una modalidad más moderna del bolero.

El destacado investigador Helio Orovio, recientemente fallecido, era del criterio de que “aun cuando las canciones filinescas posean libertad interpretativa en lo formal, están sujetas a la posibilidad de ceñirlas a un esquema rítmico fijo, y entonces funcionan como boleros…”.

Toda nuestra música tiene un fuerte substrato rítmico, aun en Sánchez de Fuentes o Lecuona.

Esta tendencia a lo rítmico no la perdieron tampoco los compositores de los años cuarenta aun en sus más románticos boleros…”.

Entre los iniciadores de este movimiento aparecen los compositores José Antonio Méndez, César Portillo de la Luz, Luís Yáñez, que conjuntamente con Rolando Gómez hiciera un binomio autoral (Oh, vida, Me miras tiernamente), Jorge Mazón (Tú mi rosa azul, Abstraídamente), Niño Rivera (El Jamaiquino), Rosendo Ruiz Quevedo (Ya no te puedo amar, Hasta mañana vida mía), Ñico Rojas (Mi ayer, Sé consciente), Jorge Zamora (Derroche de felicidad), Armando Peñalver (Si me dices que sí) y Ángel Díaz (Rosa mustia); participan cantantes como Elena Burke, Moraima Secada y Omara Portuondo.

Entre los compositores que debemos mencionar por su trascendencia están: Tania Castellanos (En nosotros), Frank Domínguez (Tú me acostumbraste, Imágenes) Marta Valdés (No te empeñes, Tú no sospechas), Juan Pablo Miranda (Mil congojas, Qué difícil, Algo de ti, el binomio autoral Giraldo Piloto y Alberto Vera (Añorado encuentro, Fidelidad, Tu verdad), Armando Guerrero (Todo aquel ayer), Pedro Vega (Hoy como ayer), Rey Díaz Calvet (Me gustas), Ernesto Duarte (Cómo fue, Ven aquí a la realidad), Juanito Márquez (Alma con alma, Como un milagro), René Touzet (La noche de anoche), Fernando Mulens (Aquí de pie), Adolfo Guzmán (No puedo ser feliz, Profecía, Libre de pecado), Ela O´Farrill (Adiós felicidad), Urbano Gómez Montiel (Canta lo sentimental), Meme Solís (Qué infelicidad), Felito Molina (Cariño ven), y otros autores.

Así aparecía esta modalidad en un nuevo ámbito que se desmarcaba de la presentación más pura, digamos trovadoresca.

De esta interrelación, que viene de décadas, surgió en los cincuenta cierta influencia del filin en varios compositores mexicanos, como son los casos de los ya mencionados Mario Ruiz Armengol y Vicente Garrido, pero también Álvaro Carrillo, Luís Demetrio, Roberto Cantoral, Miguel Pous, Miguel Prado, Julio Cobos, Gonzalo Curiel, Rubén Fuentes, José Sabre Marroquín, María Grever y Armando Manzanero.

[6]​ Por otra parte, el también colombiano Orlando Mora plantea: “Todavía no se dice lo suficiente de un compositor como Armando Manzanero.

Allí Don Mario me expresó su admiración por la formulación armónica tan peculiar del acompañamiento de César en la guitarra, gracias a sus largos dedos; también tuvo palabras de elogio para Ñico Rojas, presente en el Encuentro, los tres tocaron.

Por otra parte, el filin generó un tipo de comportamiento social que partiendo inicialmente de los músicos se trasladó a otros artistas y a la juventud en general, se convirtió en una moda: cantar con filin, tener filin para hablar, bailar, vestirse, caminar, enamorar y otras innumerables acciones, inventadas o identificadas por el imaginario popular, contribuyendo así a la consolidación general del movimiento filin al producirse la simbiosis de elementos estéticos y psicosociales.