Su matrimonio con Isabel de Vermandois propició el poderío flamenco que alcanzó su cota más alta.
Para granjearse la amistad del nuevo soberano, el conde le dio en matrimonio a su sobrina Isabel de Henao con una dote desproporcionada: Artois.
El conflicto iba decantándose a favor del rey que rechazaba sistemáticamente el combate, pero maniobraba políticamente.
El conde reconoció la cesión al rey del Vermandois, pero lo conservó a título vitalicio.
Pese a una guerra costosa, Flandes continuaba su expansión económica y el país conoció una prosperidad sin precedentes cuando finalizaba el reinado de Felipe de Alsacia.