La ciudad había sido poderosamente ayudada por el conde de Gueldre y el señor de Batenburgo y los sitiadores se vieron obligados a concluir un tratado que puso fin a las hostilidades.
Esto irritó a Flandes pues entorpecía su comercio, por lo que invadió el país de Waes.
Por mar obtuvo alguna ventaja; pero en Alsacia, que pertenecía al conde de Flandes, donde había penetrado con un fuerte ejército, tuvo la suerte contraria.
La prisión del conde en Brujas duró dos o tres años y para recuperar su libertad accedió a firmar un tratado de paz muy oneroso para él.
Según ese acuerdo, Flandes obtenía el vasallaje de Zelanda y Florencio se comprometía a reparar todas las pérdidas sufridas por los flamencos durante la guerra y les eximía de todo peaje e impuesto, obligándose por juramento él y sus sucesores a observar fielmente todas las condiciones del tratado.
Ello supuso un conflicto entre Florencio y el obispo de Utrecht a propósito de una presa sobre el Rin en Zwammerdam, en 1165, que tuvo que ser sometido al arbitraje del emperador Federico.
[4] Algunos años más tarde, al morir Godofredo, obispo de Utrecht en 1178, Florencio instaló a su hermano Balduino en la sede episcopal.
Esta expedición resultó desafortunada para ellos, aunque los anales de la época no han resaltado ninguna particularidad.