Francis Drake en 1578, Thomas Cavendish en 1586, Richard Hawkins en 1594 y John Narborough en 1669 habían logrado cruzar hacia el océano Pacífico, dejando a descubierto la vulnerabilidad de las colonias.
Esto lo hacía vulnerable a ataques ingleses y también era el puerto desde donde se vigilaba las posesiones más australes de la corona española, en la medida de lo posible, considerando que la colonia no tenía excedentes con que financiar su defensa.
Su tripulación se amotinó y una parte de ellos hizo el trayecto en un bote hasta Río de Janeiro y otros marinos tomaron la ruta hacia el norte, entre ellos John Byron (abuelo del poeta Lord Byron).
En la isla existían tres estamentos que organizaron, para si, el traslado de los restos del naufragio: Martín Olleta, un privado que ya hemos visto, la congregación jesuita y la administración colonial.
Tras su retorno solo una parte de la mercancía fue declarada a las autoridades y el resto fue escondido.
Los textos escritos posteriormente señalan que algunos de ellos fueron llevados a Chiloé, pero no es posible saber cuántos.