El creciente poder del Imperio español, que en 1580 había anexionado el Imperio portugués, estaba en constante expansión en América, y contaba con el apoyo de los Habsburgo en Alemania y de los príncipes italianos, era considerado por Inglaterra una amenaza para su seguridad.
Isabel I encargó a sir Francis Drake, corsario inglés destacado en anteriores expediciones navales, el mando de una flota que tendría la misión de inspeccionar los preparativos militares españoles, interceptar sus suministros, atacar la flota y si fuera posible los puertos españoles.
Otros veinte barcos más, buques mercantes y pinazas armados, se unieron a estos en la expedición.
La flota inglesa se detuvo en Cascaes, desde donde propusieron a Álvaro de Bazán un intercambio de prisioneros, a lo que este respondió negando tener en su poder ningún súbdito inglés ni estar preparando ninguna acción contra Inglaterra.
Tanto Drake como Bazán rehusaron entrar en combate, el español debido a contar con sólo algunas galeras preparadas, por lo que se limitaron a un intercambio de fuego de artillería entre la flota inglesa y las fuerzas hispano-portuguesas en tierra, que no produjo bajas.
Esa misma noche comenzó una tormenta que les impidió la navegación durante tres días.
[16] Burroughs sería enviado de vuelta a Inglaterra, quedando Drake con solo nueve naves.
No sería hasta agosto de 1588 cuando la Gran Armada estuviera lista para partir hacia las islas británicas.
Los documentos incautados por los ingleses en la captura del San Felipe, donde se detallaba el tráfico marítimo con las Indias Orientales y lo lucrativo del comercio en la zona, servirían años después como base para la fundación de la Compañía Británica de las Indias Orientales.