Es decir, la organización interna de las oraciones está regida por numerosas restricciones o reglas que todos los hablantes nativos conocen, aunque generalmente solo a nivel inconsciente.
Para decidir si una oración está correctamente formada, debe atenderse a factores estructurales y no de simple concatenación.
Las oraciones de las lenguas humanas se caracterizan por ser estructuralmente complejas.
Todos admiten sin problemas que las oraciones pueden ser descompuestas en ciertos constituyentes maximales llamados sintagmas (también llamados a veces frases sintácticas), los cuales a su vez se dividen en sintagmas y posiblemente otros constituyentes no sintagmáticos.
Esta misma estructura se suele escribir como árbol de dos ramas: A partir de ahí existían otras reglas que supuestamente estaría aplicando el hablante para reproducir la estructura del sujeto y el predicado para dar lugar a una oración bien formada.
Este modelo (2) presentaba aún algunas inconveniencias teóricas, como el que la oración siguiera siendo tratada como una construcción exocéntrica y existieran reglas no binarias, como la primera parte de la regla anterior.
Cada uno de estos sintagmas constituyentes además podía tener su propia estructura interna.
Debido a esa peculiaridad del enfoque funcionalista, no existe una definición formal de oración que permita identificar un conjunto concreto de propiedades que permita decidir si una determinada secuencia constituye o no una oración.
El enfoque funcionalista analiza la mayoría de oraciones como formadas por dos constituyentes sintátcticos principales llamados usualmente frase nominal o sintagma nominal, sujeto y frase verbal, sintagma verbal o predicado.