Así, por ejemplo, Marte y Venus han perdido gran parte de su agua debido a este proceso.
Como se ve en el gráfico, a una temperatura dada tenemos una pequeña fracción de moléculas con velocidades significativamente más altas que la media (el extremo derecho de cada curva).
Por ejemplo, en la Tierra, a 500 km de altitud la atmósfera es muy tenue y la temperatura ronda los 1000 K (727 °C).
El aire de la atmósfera superior se calienta por efecto de la luz ultravioleta recibida del sol y esto provoca que se expanda, empujando así el aire que haya por encima y acelerándolo suavemente a medida que asciende hasta alcanzar la velocidad de escape.
Al haberse perdido entonces tanta agua, no estaría presente para mediar en las reacciones químicas que habrían fijado el dióxido de carbono en minerales como la piedra caliza.
[2] Existen otros mecanismos, no relacionados con la temperatura, que pueden causar escape atmosférico y a menudo predominan sobre los térmicos.
Los iones además pueden ser acelerados por campos eléctricos que en ocasiones se forman en la propia ionosfera.
Por un lado, en los polos, donde las líneas de flujo magnético se «abren» al espacio interplanetario los iones podrán escapar.
Como todavía tienen que vencer la gravedad, sólo los iones más ligeros (de hidrógeno y helio) logran escapar.
Casi todo el helio que pierde la Tierra escapa por este viento polar.
En ciertas ocasiones el viento polar puede arrastrar consigo algunos iones más pesados (por atracción eléctrica).