Sin embargo, antaño los cartageneros partían en romería desde el centro de la ciudad portuaria, de la actual plaza de San Ginés hacia el viejo camino de La Unión, N-332, bordeaban por el sur la población minera dirigiéndose luego al Estrecho de San Ginés, un pequeño pueblo situado en la falda meridional del monte, y a una vez allí rodeaban el cerro por su base en sentido contrario a las agujas del reloj.Se cree que el monte Miral fue elegido por anacoretas para vivir su ascetismo ya en época visigoda, antes del siglo VIII.¿Acaso ha sido el cerro un lugar de culto desde la prehistoria, elegido por hombres tan antiguos como los de Orce y más que los que habitaron Atapuerca según los restos hallados en cueva Victoria?¿Puede entonces que sea su topografía y situación geográfica, próxima al mar Menor y al Mediterráneo, la que desde tiempos inmemorables ha imantado el espíritu de sus moradores o fue, siglos después, la figura de San Ginés —todavía confusa para los investigadores— la que les llevó allí y originó la formación del eremitorio?Los especialistas partidarios de dicha teoría se apoyan en un texto anónimo del siglo XV que consideran está basado en otros mucho más antiguos.Según el licenciado Francisco Cascales, todas las ermitas estaban embellecidas con maravillosos cuadros, jeroglíficos, canciones y sonetos en varias lenguas.Sin duda, la pobreza de los materiales empleados en su construcción, unido a la inexcusable actuación de los expoliadores ha hecho el resto, sumado, al olvido y desidia que ha llovido sobre ellas.Ello explica que Alejandro Egea optara por denominar a las ermitas con números según se asciende por la senda de la ladera nororiental del cerro, o que el autor de Las Ermitas del Cerro de San Ginés, Benjamín Mercader, fuera adjudicando cada una de ellas a un santo conforme las encontraba en su camino, de tal manera que la cuarta ermita, dedicada según dice a Magdalena Penitente, es la llamada ermita número 1 en el trabajo del arqueólogo.En una cueva junto a la ermita vivió el asceta durante 25 años hasta su muerte.La ermita contenía dos cuadros muy buenos, uno en acción, que lamenta a su esposo (Jesús) ausente y otro haciendo penitencia.Que transformación tan buena Pues siendo tan libre Dama, Y pecadora de fama, Sois ya tan gran penitente, Que Dios ausente, y presente Aquí, un cuadro representa la imagen de San Jeronimo «No con una pluma en la mano escribiendo, sino rompiéndose el pecho con un canto.La noticia de lenguas, y doctrina, Tanto de Dios por Dios dixistes, Se os sube por loa ayres, y avecina.Al cielo que violento pretendisteis, Ese canto, con que os rompéis el pecho, Se observaba «un gran cuadro del niño bautista, gran penitente, favorecido de la compañía del Niño Jesús, dos retratos y en rededor unos desgajados árboles, más preciosos por su artífice, que si fueran de oro, o de marfil y otros cuadros.