En la segunda mitad del siglo XIX, en plena Revolución industrial, cuando el crecimiento demográfico y las nuevas actividades industriales, que necesitaban gran cantidad de terreno, obligaron a la actuación urbanizadora sobre terrenos rústicos extramuros de la ciudad, toda vez que las antiguas murallas que constreñían las poblaciones habían perdido su función militar.
La ley tuvo que esperar hasta 1864 para su aprobación, seguido en 1867 del Reglamento.
Tomando como referencia estas leyes, el proyecto de Bilbao y la experiencia pionera del Ensanche de Barcelona diseñado por Ildefonso Cerdá, numerosos municipios acometieron ensanches: Madrid, Valencia, Bilbao, Málaga, San Sebastián, León, Alcoy, Santander, Vitoria, Tarragona, Pontevedra, Pamplona y Mataró, entre otros.
Su característica principal es el trazado ortogonal uniforme, con tres ejes oblicuos (Diagonal, Meridiana y Paralelo) que facilitan su recorrido.
El ensanche de Castro se asemeja al de Cerdà en el trazado ortogonal y en no prolongar la ciudad histórica sino en constituirse en una ciudad nueva por el este y el norte.
Sin embargo, completar el proyecto de la Gran Vía llevó cuatro décadas.
El primer paso solía consistir en lograr la autorización del ejército para derribar las murallas.
Los ingenieros militares desempeñaron un papel decisivo en la creación de los nuevos arsenales marítimos y las poblaciones anejas.
Barcelona, durante el siglo XVIII, une a su condición portuaria y comercial el carácter de plaza fuerte.
Las fortificaciones, dirigidas por el ingeniero hispano-flamenco Verboom, limitan el desarrollo urbano al viejo solar formado por la Ciutat y el Raval, perdiendo además el viejo barrio de la Ribera en cuyo lugar Felipe V hizo construir la Ciudadela.
Para resarcirlos por estas responsabilidades el Estado les cede la contribución territorial sobre la zona durante 25 años.
El primer ensanche importante ejecutado en España es el de Barcelona obra del ingeniero Ildefonso Cerdá, que fue aprobado en 1859.
Cerdá propuso un crecimiento ilimitado, planteando el ensanche como una nueva ciudad no articulada en torno al casco histórico.
Estas manzanas debían estar edificadas en dos o tres de sus lados como máximo.
Durante años muchas calles permanecieron sin asfaltar, aceras, alumbrado ni nombre, siendo identificadas por números, lo que confería un aspecto de provisionalidad a la zona.
Sin embargo el comercio y la industrialización de Cataluña estaban creando una clase burguesa que se acomodó en el nuevo espacio.
Se le señaló un límite, que Castro convirtió en una ronda para la nueva ciudad.
Por primera vez se introdujo la zonificación, delimitando los terrenos dedicados a la industria, la vivienda intensiva, zonas de media densidad o parque urbanizado.
Sin embargo se propuso en 1863 aumentar la altura edificable a baja más cuatro plantas.
Además, el crecimiento de la ciudad se desarrolló en torno a dos zonas: el barrio Industria y la calle Ancha.
También San Sebastián elaboró su propio proyecto de ensanche en 1854, labor que se encomendó al arquitecto Antonio Cortázar.
El proyecto diferenciaba zonas para las clases pudientes, los obreros y los turistas, delimitadas por calles jerarquizadas.
De todos modos, estaba inspirado en el Plan Cerdá: está compuesto por manzanas octogonales achaflanadas.
En la segunda mitad del siglo XIX, Pamplona pide abrir las murallas, para poder crecer, y no seguir viviendo en situaciones de insalubridad, y con tales necesidades de vivienda.
Pamplona pudo disfrutar así de su primer ensanche, tras largas negociaciones con los militares.