[1] Gijón ya había tenido murallas durante la época romana de la ciudad.
No obstante, supuso la tala de más de 1.500 árboles en la zona del actual Solarón, pese a que Jovellanos había planificado esa zona como un área ajardinada.
[1] No obstante, Gijón nunca llegó a disponer de las defensas físicas y humanas con las que sí contaron otras plazas del norte de la península, pasando así a ser una plaza de menor importancia respecto a otras como Ferrol, La Coruña o San Sebastián.
La escasa trascendencia de la ciudad en las guerras carlistas hizo que la construcción de la muralla fuera lenta y que nunca llegara a terminarse.
En 1853 el ayuntamiento propició una campaña a favor del derribo de las fortificaciones.
En 1877, recién acabada la tercera guerra carlista, una ley promulgó la cesión al Ayuntamiento de los terrenos ocupados por las murallas, especificando dicha ley que los terrenos ocupados por los baluartes debían ir destinados a vías públicas y zonas verdes.