El bufón llamado don Juan de Austria

[3]​ No se recuperó la identificación correcta hasta 1872, cuando Pedro de Madrazo publicó su catálogo extenso de las obras conservadas en el Museo del Prado, al que se había incorporado en 1827, donde lo describía como:

Aunque admite que haya graciosos en las inmediaciones de los poderosos, pues es cosa necesaria que tengan entretenimientos y muchas veces solo estos les dicen las verdades, también hay otros, dice, «que sólo sirven de danzar, tañer, cantar, murmurar, blasfemar, acuchillar, mentir y ser glotones; buenos bebedores y malos vividores», pero son estos los que gustan a los príncipes y a ellos les dan «joyas de precio, ricos vestidos y puños de doblones, lo que no hicieran a un sabio virtuoso y honrado, que tratara del gobierno de sus estados y personas».

[6]​ En todo caso, el nombre adoptado, el del hijo natural del emperador Carlos V don Juan de Austria, conocido por su victoria sobre los turcos en la Batalla de Lepanto, permitió a Velázquez la alusión a la batalla naval, que quizá el cómico personaje creyera protagonizar, como los bufones que en 1638 se hacían pasar por reyes de Castilla en las fiestas organizadas en honor del duque de Módena.

[9]​ Ese modo sutil de aplicar el color, casi sin pasta, y su entonación de «acuarela» en el calzón, sugiere a Julián Gállego la textura del terciopelo raído.

[11]​ Los documentos radiográficos indican una técnica común a la empleada en los dos restantes retratos de bufones pintados para el Palacio del Buen Retiro (Pablo de Valladolid y El bufón Barbarroja), todos los cuales fueron pintados a un tiempo con técnica semejante a la empleada en el Cristo crucificado, lo que debería despejar las dudas sobre su datación cronológica.