Al mismo tiempo, buscaban "civilizar" a las culturas populares, convirtiendo a las personas de las clases bajas en ciudadanos alfabetizados, identificados con la disciplina laboral y sexual, la higiene, la ciencia y la patria.Fue en este periodo que se dio la construcción de una gran cantidad de infraestructura nacional destinada al servicio del estado: un Archivo (1881), un Museo (1887), una Biblioteca (1888), un Instituto Físico-Geográfico (1888) y un Teatro (1897).La intelectualidad del Olimpo impulsó decisivamente la educación y la salubridad pública.[2] Es así como se imprimen los primeros libros de literatura nacional, puesto que durante la Colonia y casi todo el siglo XIX, la producción literaria en el territorio costarricense fue poco importante.El papel histórico, literario e ideológico de estos autores consistió en elaborar un modelo de literatura nacional que correspondiera al proyecto nacionalista y civilizador que se iniciaba bajo el signo del liberalismo oligárquico.[6] Sin embargo, sus escritos poseen ambivalencia: los autores se identifican a sí mismos como liberales, pero en sus textos manifiestan desconfianza hacia las consecuencias sociales y morales del individualismo burgués, el progreso capitalista, el crecimiento del mercado y la disolución de la sociedad tradicional.Los movimientos literarios que predominan en estos escritores son: Entre los motivos de los escritos del Olimpo, se pueden citar: la descomposición social y la pérdida de la identidad nacional asociada a la desintegración del núcleo familiar oligárquico-patrimonial; el placer sexual y la relación erótica extramarital como elementos amenazantes del orden social, la unión familiar y la moralidad (obras de Gagini, Cardona o Magón); el motivo erótico asociado a la seducción ejercida sobre la comunidad nacional por ideas y prácticas exóticas extranjeras (El problema, de Soto Hall; El árbol enfermo y La caída del águila, de Gagini), donde el extranjero, principalmente el estadounidense, es a la vez voz aliada de civilización y progreso, y voz ajena y hostil que amenaza con la enajenación y pérdida de identidad nacional; la incapacidad del campesino, por su deficiente formación cultural y carencia de educación, de administrar adecuadamente el poder económico,[10] donde sus ambiciones de ascenso sociopolítico se convierten en una amenaza a la integridad moral y el orden social, desencadenando un proceso de degradación moral, generando un trato irónico o satírico, a veces abiertamente despectivo (El primo, La propia, Don Concepción, Magdalena); el poder del dinero, sin el adecuado control ejercido por la educación y las costumbres oligárquicas, generalmente ligado a la figura del gamonal o el extranjero (cuentos de Gagini); las relaciones entre el campo y la ciudad, donde el campesino es baluarte de la identidad nacional, contrapuesto a la ciudad, fermento de nuevas fuerzas e intercambios sociales que corrompen los vínculos tradicionales (El primo, La esfinge del sendero, La sirena, La propia, Don Concepción).
Ricardo Fernández Guardia
es considerado el padre de la historiografía nacional, fue el autor del primer libro de cuentos costarricenses,
Cuentos ticos
(1901).
La obra de
Carlos Gagini
, nacionalista y antiimperialista, abarcó varios géneros literarios.