El último samurái
La película está protagonizada por Tom Cruise, quien también coprodujo, con Timothy Spall, Ken Watanabe, Billy Connolly, Tony Goldwyn, Hiroyuki Sanada y Koyuki en papeles secundarios.El último samurái recaudó un total de 456 millones de dólares[1] en taquilla y fue bien recibida en su lanzamiento, recibiendo elogios por la actuación, escritura, dirección, música, imágenes, vestuario, pero criticada en Japón por romantizar a los samuráis, a quienes se considera más corruptos.Algren se sorprende de ver a un país que está suspendido entre lo medieval y lo moderno.Uno de los antiguos maestros del emperador y consejero, el samurái Katsumoto Moritsugu (Ken Watanabe), ha decidido levantarse en armas contra esta súbita revolución cultural, a la que considera demasiado radical y precipitada para el país.Algren empieza a vivir con la familia del fallecido Hirotaro, su mujer, Taka (Koyuki), y sus dos hijos pequeños Higen (Sôsuke Ikematsu), y Magojiro (Aoi Minato), así como a aprender la lengua japonesa.En principio es rechazado por los aldeanos, por Taka y además por los samuráis debido a que es considerado un teki (enemigo).Además, descubre que Katsumoto es un ser culto, sensible, abierto, permeable y admirable en principios.Además Taka, quien lo rechazaba y deseaba su muerte, acepta las disculpas ofrecidas por Algren, entendiendo que tanto su fallecido marido como él solo cumplían con sus respectivos deberes de militares.Comprende que aunque no puede cerrarse al progreso, tampoco puede renegar del pasado de su país.Ward se convirtió en productor ejecutivo de la película, trabajando en su desarrollo durante casi cuatro años y después de acercarse a varios directores (Francis Ford Coppola, Peter Weir), hasta que se interesó por Edward Zwick.Los roles históricos de otras naciones europeas que participaron en la occidentalización de Japón se atribuyen en gran medida a los Estados Unidos en la película, aunque la película también hace referencia a la participación europea.UU.[3] La película obtuvo ingresos de taquilla más altos en Japón que en los Estados Unidos.Como tal, dijo, el noble líder samurái Katsumoto «me puso los dientes de punta».[6] En los Estados Unidos, el crítico Roger Ebert del Chicago Sun-Times le dio a la película tres estrellas y media de cuatro, diciendo que «bellamente diseñada, inteligentemente escrita, actuada con convicción, es una epopeya extraordinariamente reflexiva».[11] Un analista en línea compara favorablemente la película con Dances with Wolves en el sentido de que cada protagonista se encuentra y combate a un «pueblo tecnológicamente atrasado».[14] Motoko Rich, de The New York Times, observó que la película había abierto un debate, «particularmente entre asiáticoamericanos y japoneses», sobre si la película y otras similares eran «racistas, ingenuas, bien intencionadas, precisas o todo lo anterior».«Aunque había aceptado convertirse en miembro del nuevo gobierno», escribió el traductor e historiador Ivan Morris, «estaba claro por sus escritos y declaraciones que él creía que los ideales de la guerra civil estaban siendo viciados.Se oponía a los cambios excesivamente rápidos en la sociedad japonesa y estaba particularmente perturbado por el trato miserable de la clase guerrera».Por esta razón Saigō, aunque participó en el gobierno de Okinoerabu, continuó ejerciendo un poderoso atractivo entre los exsamuráis descontentos en Satsuma y en otros lugares».[18] En 2014, la película fue una de las varias discutidas por Keli Goff en The Daily Beast en un artículo sobre narrativas de salvadores blancos en el cine,[19] un tropo cinematográfico estudiado en sociología, para el cual se ha analizado The Last Samurai.