[3] A lo largo de la historia su definición se ha relacionado con otros términos como psique, ser, alma o conciencia.
Para las concepciones "clásicas", el yo ha sido una sustancia ya sea un "alma" sustancial o meramente una cosa.
Otras teorías niegan toda sustancialidad del yo, considerándole solo como un epifenómeno, una función, o un complejo de sensaciones e impresiones.
El filósofo empirista John Locke define al yo como "esa cosa de pensamiento consciente (cualquiera que sea la sustancia, ya sea espiritual, material, simple o compuesta, no importa) que sea sensible o consciente de placer y dolor, capaz de felicidad o miseria, y así se preocupa por sí mismo, en la medida en que esa conciencia se extienda".
Sin embargo, no ignora la "sustancia", y escribe que "el cuerpo también va a hacer al hombre".
[12] John Locke consideraba que la identidad personal es una cuestión de continuidad psicológica que se basa en la conciencia (es decir, la memoria), no en la sustancia del alma o del cuerpo.
[15] Él declara en su Tratado de la naturaleza humana: Los filósofos empiristas como Hume y Berkeley, aplicaron la teoría del haz, "bundle theory" al concepto de identidad, y por consiguiente, a la identidad personal.
[17] Curiosamente, Gauthama Buda había llegado a conclusiones similares varios siglos antes.
[21] Esta visión fue transmitida por intérpretes positivistas, que vieron a Hume como sugiriendo que términos como "sí mismo", "persona" o "mente" se referían a colecciones de "contenidos sensoriales".
[22] Como lo expresa el William James:[23] Derek Parfit ha presentado una versión moderna de la teoría en su obra Razones y personas.
Pero ese yo es un yo del conocimiento, en cuanto se le plantean a Kant cuestiones derivadas del paso de la razón teórica a la razón práctica le es imposible conservar el criterio de la unidad aperceptiva transcendental por lo que se hace necesario la inclusión del egō en una realidad más amplia la cual en lugar de preceder a la sociedad y a la historia tal unidad más amplia es la mismísima historia, así, pese a las grandes diferencias ocurridas entre ambos pensadores el egō kantiano tiene similitudes con la Razón en cuanto es dialecticamente equiparable al "espíritu" (Geist) que teoriza Hegel aunque tanto la "Razón" (acaso equiparable al logos) y el "espíritu" (o "Geist") hegelianos resultan algo muy superior al egō y el egō les es subordinado en el devenir de la historia.
Estos dos pensadores consideraban que el yo común tenía como referente a un Yo absoluto que era totalmente incondicionado y la base de todo conocimiento; muy importante es saber que para Fichte el Yo (aquí con mayúscula ya que no es un "mero" yo, sino una especie de entidad superior) es la realidad previa a la separación entre sujeto y objeto (sin los matices metafísicos[28] más de un siglo después Jacques Lacan llegará a algunas conclusiones preliminares semejantes aunque en un contexto muy diferente).
En psicología, yo, más frecuentemente (como en antropología) referido con el universal latinismo egō; y en alemán: Ich y en francés je (yo deíctico) o moi (yo pronominal siendo actualmente usado en francés moi como equivalente a egō), se define como la unidad dinámica que constituye el individuo consciente de su propia identidad y de su relación con el medio; es, pues, el punto de referencia de todos los fenómenos físicos, psíquicos y sexuales.
Notar que acá Lacan usa la palabra francesa je (yo deíctico) que es solamente la palabra-pronombre por la cual usualmente alguien sin reflexionarlo mucho se alude a sí mismo, corresponde no confundir al je o yo deíctico con el pronominal en francés llamado Moi (mí) que es en ese idioma prácticamente el sinónimo del ego y está pregnado de narcisismo y de una primitiva identificación edípica con la madre, notar que si el ego o Moi o "mí" se constituye en todo ser humano, cualquiera sea su género a partir de la "máscara" que le aporta la imagen de su madre, si el personaje se queda solo en tal "máscara" corre el riesgo de caer en una preclusión o forclusión o quedar psicótico al faltarle la función paterna que le libera de la confusión con su madre aunque para esto tenga que estar arrojado o yecto en el mundo en pos de tratar de "llenar" su individualidad en la asíntota del placer para no caer enajenado/a en la alienación del goce.
[44] El yo es una unicidad individual que se mantiene idéntica a sí misma, aunque dicha durabilidad es relativa, puesto que pueden producirse alteraciones profundas de la personalidad, no necesariamente patológicas, pudiendo estar circunscritas a una evolución normal.
Corresponde al conocimiento tácito del sí mismo y de la realidad.
Es un nivel predominantemente inconsciente, que ordena las intuiciones perceptivas emocionales y de espacio-tiempo.
Estas explicaciones surgen de la articulación narrativa del Yo con el Mi, generando teorías a nivel consciente que expliquen inferencialmente tanto su propia conducta, sentimientos y cogniciones como las regularidades del mundo social y natural.
El yo se presenta como un velo de la mente que induce al sujeto a identificarse con su experiencia provocándole sufrimiento.