Otros mencionados con los que tuvo especial relación fueron Anselmo Aieta, Roberto Firpo y Enrique Delfino.
Contó que a Agustín Bardi no le gustaban los tangos con letra pese a lo cual fue justamente por estas que se difundieron mucho tangos como La última cita, Nunca tuvo novio, Madre hay una sola.
Refiriéndose a la época de su juventud dice que el tango no era plebeyo, no era solamente del barrio o del conventillo, y así por ejemplo José Ingenieros y Alberto Ghiraldo, iban a bailar el tango, como otros hombres cultos lo hacían.
Entre los títulos que se recuerdan se encuentran los valses Dulce amanecer, con Adolfo Pérez Pocholo; Madre inolvidable y Sonoro cascabel con Juan Canaro; Navidad, Marga (Un pensamiento) , Noche de Mayo, con Osvaldo Pugliese; y los tangos: Y a mí qué me importa,con Elvino Vardaro; Fantoches, con Roberto Zerrillo; Brindemos esta noche con Anselmo Aieta; Canta muchachita, con Emilio González; Tu perfume rosa, con Eduardo Pereyra; Noche de bohemia, con Armando Baliotti; Ausencia, con Osvaldo Pugliese; Gigí y Viejo sillón, con Enzo Valentino; Barra de oro, Pálida princesa con música propia.
Le dijeron que la palabra barra era lunfarda, y si bien pudo convencer de que no lo era al empleado, al final este le dijo: «Está bien, pero ponga otra cosa porque barra suena a lunfardo».
[2] Las restricciones continuaron al asumir el gobierno constitucional el general Perón y en 1949 directivos de SADAIC le solicitaron al administrador de Correos y Telecomunicaciones en una entrevista que se las anularan, pero sin resultado.
[4] Por otra parte, por temor de los músicos algunas piezas, como el tango Al pie de la Santa Cruz y la Milonga del 900, siguieron ejecutándose con modificaciones en las partes a las que se podía asignar contenido político.