Los sabaneros se asustaron, pero el mandador les ordenó lazar a la bestia e incorporarla al hato.
En vano esperaron toda la noche el regreso del mandador, que nunca volvió.
La segunda leyenda corresponde a la del Viejo del monte, el fantasma de un sabanero a caballo, de aspecto fiero y pelo enmarañado, que espanta al ganado en los potreros.
Alrededor del mundo existen numerosas leyendas acerca de seres mitológicos y fantasmales relacionados con los bovinos.
Entre los escandinavos, la vaca Audhumla da lugar al primer ser vivo, el gigante Ymir.
Al mirar los vaqueteros que Camilo iba a morir llamó Gallo a Ramón Luna pa'poderlo resistir...» Basada en la leyenda del Diablo Chingo, esta representación artística es tanto una danza como una puesta teatral.
En esta danza, cansados de las embestidas nocturnas del Diablo Chingo, que se valía de la oscuridad para atacar a los habitantes de un poblado guanacasteco, los vecinos, decididos a descubrir el enigma, van en su búsqueda, encontrándolo y toreándolo toda la noche hasta que el animal cae rendido y agotado.
La danza se encuentra evidentemente influenciada en la «fiesta brava» traída por los españoles a América.
Se trata de un corrido que canta la hazaña de un sabanero llamado Camilo Reyes, quien logra montar con éxito al mítico toro negro, hecho que finalmente le termina costando la vida al recibir una cornada del animal.
En la obra «Leyendas costarricenses en novela gráfica», el artista costarricense Ronald Díaz Cabrera, Rodicab, narra la leyenda del mandador - aquí llamado Julián Marchena - y el Diablo Chingo desde la perspectiva del cómic.
«...todos vieron un toro negro, enorme, chingo, cuyos ojos parecían brasas...»