Hasta el siglo XVI se conocía como “físicos” a los médicos que servían en la Armada.
La titulación que obtenían no habilitaba para el ejercicio, necesitando superar un examen ante el Tribunal del Protomedicato, instituido por los reyes Católicos en 1477.
Destacó el cirujano Dionisio Daza Chacón , quien aportó nuevas técnicas quirúrgicas.
Fue a partir del siglo XVIII, bajo el reinado de Felipe V cuando se impulsó el renacimiento de la Armada, para defender los intereses estratégicos españoles e intentar recuperar la relevancia internacional que había tenido España en el pasado.
En 1707 se dispuso que los llamados cirujanos-barberos (únicos sanitarios a bordo en aquel momento) fuesen sustituidos por cirujanos bien formados.
Lacomba prestigió el Cuerpo y fue el impulsor de la tan necesitada reforma sanitaria en la Armada, mejorando la asistencia médica a bordo de los buques, proporcionando una adecuada formación y adiestramiento al personal sanitario, para poder afrontar los problemas que pudiesen presentarse en la mar.
En 1738 le fue concedido el “fuero de Marina” a algunos baberos-sangradores que habían servido en la Armada durante años, tras superar un examen ante el Cirujano Mayor.
Tuvo un gran prestigio, habiendo participado como cirujano naval en la reconquista de Orán, en 1732 y en la campaña del Mediterráneo contra los corsarios ingleses.
En 1791 se publicaron las ordenanzas por las cuales se unificaban los cargos de protomédico y cirujano mayor en uno solo, teniendo la doble atribución de “médico-cirujano”, siendo la primera vez que esto ocurría en Europa.
Los cirujanos de la Armada participaron en todas las expediciones científicas y batallas navales del siglo XVIII.
La Escuadra española fue rápidamente destruida y sus barcos varados o hundidos.
Posteriormente continuaron sus intervenciones quirúrgicas y curas en buques estadounidenses, donde se había trasladado a la mayoría de las bajas.
Entre los españoles se contabilizaron 332 muertos (entre ellos el médico segundo Díaz Navarro) y 197 heridos.
Se ordenó taxativamente el ingreso por oposición, dando una gran importancia a la aptitud de los nuevos miembros del cuerpo.
Ese año se llegó a casi 160 médicos en el escalafón, de los 87 existentes en 1847.
En 1878 se confeccionó un nuevo reglamento del Cuerpo de Practicantes de la Armada bajo el mandato del primer inspector general Manuel Chesio y Añeses.
A finales del siglo XIX se editó en San Fernando (Cádiz) el Boletín de Medicina Naval (1878-1898).
En el Boletín se divulgaban, dentro del apartado «Sección Oficial», las Reales Órdenes concernientes a la Sanidad de la Armada expedidas por el Ministerio de Marina y el movimiento del personal.
La continuidad mantenida por el vicealmirante Miranda (1917) supuso la entrada en servicio de nuevas unidades que, en muy pocos años, la situaron de nuevo entre las más importantes del mundo.
La plantilla del Cuerpo de Sanidad, incluido en los primeros, se fijó en 100 hombres con 3 oficiales generales.
Este número se incrementó a 127 al año siguiente y alcanzó la cifra de 166 efectivos, siendo presidente y ministro de Marina Eduardo Dato.
A pesar de ello supieron adecuarse a las exigencias del momento, incorporando las nuevas especialidades médicas que se iban innovando en la sanidad civil.
Una vez cubiertas las vacantes, serían cesados sin la posibilidad de adquirir ningún derecho posterior.
La sección de Farmacia fue declarada a extinguir (en 1943 sería derogado este decreto).
La Guerra Civil Española (1936-1939) motivó que los componentes del Cuerpo de sanidad quedasen adscritos a uno u otro bando, dependiendo de dónde estuviesen destinados, ya que las tres principales bases navales (Ferrol, Cartagena y Cádiz) corrieron diferente suerte, quedando Cádiz y Ferrol en el bando Nacional y la de Cartagena, en el Republicano.
El resto causó baja aunque conservaron con carácter honorífico el «beneficio del empleo» que ostentaban sin ningún derecho ulterior.
La formación constaba de dos fases: una teórica durante el curso escolar (en la Universidad) y otra teórico-práctica durante el verano (en la Escuela Naval Militar o escuelas de instrucción).
de diámetro en el centro bordado según líneas verticales, los brazos también bordados en oro pero en sentido transversal al anterior distando entre sus entrantes de dicho centro 9 mm.