Ello significa que su edad se ubicaría entre los 25-35 millones de años.
La presencia de cursos fluviales en la zona (los ríos Ebro, Segre y Cinca) que atraviesan la zona, han dotado a la cuenca de un relieve suave con barrancos con fuertes pendientes.
De esta manera se formó un gran lago con sedimentación carbonatada que posteriormente sería cubierto por sistemas aluviales.
Estas alternancias se produjeron hasta el Mioceno inferior, tras lo que no hubo sedimentación significativa hasta el Plioceno, momento en que el Ebro se configura como una red fluvial con desagüe al Mediterráneo y comienza la erosión y vaciado de los sedimentos cenozoicos.
Aunque no tenemos noticias escritas que puedan verificar las sus palabras, parece bastante evidente que una zona como la citada era perfectamente susceptible de ser empleada por civilizaciones antiguas con fines industriales.
Esta indústria, asentada sobre la antigua fábrica de vidrio, produjo grandes beneficios y llegó a incorporar un embarcador a pie del río Segre desde el cual los llaüts cargaban los sacos de cemento hacia Mequinenza, Torrente de Cinca, Massalcoreig y Seròs.
El transporte fluvial era la única manera de hacer rentable la explotación en una zona donde las carreteras eran prácticamente inexistentes.
La explotación se atacaba para su arranque desde los dos transversales hasta alcanzar el centro del macizo.
Si bien todo el procedimiento era manual, cabe destacar la importancia que tenía la ventilación en este tipo de explotación.
Más adelante, a mediados del siglo XX, se fueron mecanizando los sistemas con la utilización de rozadoras.
La importante modernización posibilitó a la Carbonífera aprovechar al máximo la coyuntura favorable de los años de la Primera Guerra Mundial y acumular suficiente capital para iniciar una segunda modernización los años 1924 y 1925.
En ese momento se introdujo el aire comprimido y la electricidad en la mina -que permitió la ventilación y por tanto aumentar la capacidad de explotación- a la vez que se puso en marcha el cribado mecánico.
Mequinenza se convirtió en una población minera por excelencia, donde llegaron mineros aragoneses (de Andorra, Utrillas, Montalbán, Alcorisa o Aliaga) y también de Asturias, Andalucía, Múrcia y Galicia.
La minería trasformó la comunidad local y modificó la actividad económica tradicional, basada en una agricultura de secano porque como en otras zonas mineras se generalizó la figura del minero agricultor que compaginaba los trabajos de la mina con el trabajo en el campo.
Cuando no soplaba bastante viento o bien era contrario, los llaüts debían subir a sirga, es decir, tirando de ellos desde la orilla, corriente arriba.
El primer viaje realizado con él, de Tortosa a Mequinenza, dejó claro que no resultaba útil y en noviembre del mismo año la compañía lo vendió a un particular para su uso en el transporte de pasajeros y carga entre Tortosa y Mora de Ebro.
Este fue, como tantos otros, uno de los proyectos ferroviarios que nunca se materializó.
Todo ello permitió la entrada, circulación y salida de camiones.
En 2010 cerraba MIBSA (Minera del Bajo Segre) que compartía explotaciones carboníferas en el límite entre la provincia de Lérida y Mequinenza.
La plantilla de la empresa minera emprendió diversas movilizaciones participando activamente en la Marcha negra hacia Madrid recordando con orgullo "que desde 1880 habían alimentado las fábricas del cinturón industrial de Barcelona".
El edificio principal contaba con tres plantas con una longitud de 65 metros y junto a él otro más pequeño destinado a oficinas y residencia de ingenieros.
Este poblado acogía a trabajadores venidos de poblaciones cercanas como Fayón, Nonaspe, Caspe, la comarca del Bajo Cinca o incluso Sástago.
Cabe señalar la existencia de diferentes restos industriales en la gran cantidad de minas que hay en el término municipal de Mequinenza como bocaminas, malacates (planos inclinados para el transporte del carbón hacía el río Ebro), poblados mineros o vías férreas.