Se le dio también de manera no oficial por sobrenombre la expresión griega στην Πόλη, stimˈpoli («a la ciudad»).
Según el historiador Filostorgio, habría sido el propio Constantino quien trazó los límites con su lanza, al modo de un ktistes (fundador) griego.
Al igual que la antigua capital, tenía siete colinas, si bien al principio, no tuvo el mismo rango que Roma; por ejemplo fue gobernada por un procónsul, no un prefecto urbano, tampoco tuvo pretores, tribunos ni cuestores.
Se trasladaron mosaicos, esculturas, columnas, obeliscos, desde Alejandría, Éfeso y, sobre todo, desde Atenas.
Además se construyeron iglesias como la de Santa Irene y la iglesia-mausoleo, donde fue enterrado el emperador.
Según Paul Veyne, parece demostrado que Constantino no pretendía crear una Segunda Roma cristiana opuesta a la Roma pagana, sino que «sencillamente quiso dotarse de una residencia a su gusto y fundar una ciudad.
[18] Averil Cameron sostiene la misma tesis: «Suele afirmarse, aunque equivocadamente, que Constantino, al fundar Constantinopla, trataba de desplazar la capital a Oriente, y es cierto que posteriormente se convirtió en capital del Imperio bizantino.
En realidad su principal monumento cristiano en época de Constantino fue su propio mausoleo, junto al cual se levantaría la Iglesia de los Santos Apóstoles y Roma no se vio relegada, ya que los senadores romanos mantuvieron sus honores y siguieron desempeñando altos cargos.
José Manuel Roldán afirma que Constantino se propuso construir «una "nueva Roma" cristiana» frente a «una Roma predominantemente pagana, con un Senado en su mayoría anclado en las viejas creencias y poco dispuesto a secundar la política filocristiana del emperador...
Roldán añade que también existieron «razones estratégicas y económicas» para situar allí la nueva capital.
«Hacía mucho tiempo que Roma se encontraba en una posición excéntrica respecto a los problemas de defensa del Imperio y su importancia económica había decaído frente a la riqueza y el dinamismo de la zona oriental...
La vieja Roma había demostrado ser excéntrica y vulnerable a los ataques bárbaros...
[22] Vincent Puech coincide en parte con Roldán, con Sayas y con García Moreno: «A esta ciudad pagana [Bizancio] quiso yuxtaponer una capital cristiana.
Puech concluye: «Eligiéndola como capital, Constantino, probablemente convertido al cristianismo desde 312, quería afirmar su poder en el antiguo territorio de su adversario, que había seguido siendo pagano».
Junto al Hipódromo levantó el Milion en el que estaban grabadas las distancias desde Constantinopla a otras grandes ciudades del Imperio.
[24] Por su parte Roger Rémondon sostiene que «dando al Imperio una segunda capital, políticamente casi igual a la antigua Roma, y fundándola en Oriente, Constantino da cuerpo a la distinción entre las dos partes del Imperio... Al fundar Constantinopla, Constantino ha preparado el nacimiento, a muy largo plazo, del Imperio bizantino y la supervivencia de la civilización greco-latina».
[25] Un punto de vista que comparten Pilar Fernández Uriel[26] y Luis Agustín García Moreno.
Cada gremio tenía su propio monopolio y los comerciantes no podían pertenecer a más de uno.
[35] Estos usaron torres de asedio para intentar cruzar las murallas, pero durante los primeros días sufrieron varias derrotas.
Lo que siguió fue un nuevo ataque cruzado a la ciudad, esta vez también apoyado por fuerzas francesas.
Sobre el hecho, el cronista Nicetas Coniata escribió: Tras arrasar con la ciudad, los cruzados establecieron el Imperio latino.
Sin embargo, estos intentos fueron mermados con la aparición de la Peste Negra en 1347, que tuvo su primer gran epicentro en la ciudad.
[41] Al mismo tiempo, el imperio era atacado por dos frentes: los serbios en el Oeste y los turcos otomanos en el Este.
Los turcos tomaron la ciudad tras un prolongado asedio liderado por Mehmed el Conquistador, de 21 años, quien la convirtió en su nueva capital.