Corvo

Otra teoría señala al alfanje usado por los soldados españoles durante los períodos del Descubrimiento y Conquista, aunque no explica cómo pudo una espada derivar en un cuchillo.

[1]​ Dada la economía basada en la ganadería en el Chile colonial (siglo del sebo),[2]​ evolucionó su uso y su masificación por el «roto» (gañán, huaso o trabajador ganadero) quien además lo usaba como arma de defensa.

Francisco Antonio Machuca y Marín, en Las cuatro campañas de la Guerra del Pacífico (1928), narra: Según cuentan leyendas, para volverse más agresivos, fuertes y resistentes, los soldados chilenos solían beber un brebaje conocido como chupilca del diablo, sobre todo cuando asaltaban una posición enemiga con sus corvos.

Esta cazoleta o gavilán protege los dedos contra el arma enemiga, existiendo algunos tan robustos que podrían haber detenido una bayoneta.

El corvo es típicamente de fabricación artesanal, pudiendo ser forjado por un maestro o por su propio usuario.

El corvo es fabricado con materiales de oportunidad,lo que se puede apreciar sobre todo en las empuñaduras.

Además debe ser de un material inerte, ya que el cuero contribuye a la oxidación del metal.

La forma de la hoja es lo que define al corvo y le confiere su carácter particular.

El corvo siempre tiene una punta muy aguda y un filo extremadamente fino, por lo que debe ser afilado con cierta regularidad.

El corvo no requiere una gran fuerza, destreza, flexibilidad o agilidad para ser usado con efectividad.

Por esto, el primer golpe debe ir a un objetivo vital e incapacitante y no perderse en atacar las extremidades del enemigo.

Quien esgrime un corvo debe esquivar de forma instintiva y sólo al tener a la vista un blanco seguro, atacar.

Subteniente José Luis Herrera Gandarillas con un cuchillo corvo en el cinto (Antofagasta, 20 de febrero de 1879)