Cortes de Burgos (1302)

[1]​ A principios de julio de 1302 llegaron Fernando IV y su madre, la reina María de Molina, a Burgos, e inmediatamente comenzarían las sesiones de las Cortes,[1]​ a las que habían sido convocados los ricoshombres, nobles, prelados y hombres buenos de las villas y concejos del reino de Castilla.Según consta en el documento por el que Fernando IV confirmó a la ciudad de Burgos sus fueros y privilegios,[2]​ el estamento eclesiástico estuvo representado en las Cortes, entre otros, por Gonzalo Díaz Palomeque, arzobispo de Toledo, y por los obispos de Coria, Calahorra y Astorga, y todos ellos, salvo el obispo de Calahorra, habían asistido también a las Cortes de Medina del Campo de ese año.[2]​ Además, y según consta en el privilegio rodado por el que Fernando IV confirmó al concejo de Calahorra sus fueros y privilegios,[3]​ también asistieron a las Cortes la reina María de Molina, el infante Enrique de Castilla, que fue tutor del rey Fernando IV durante su minoría de edad, el infante Pedro, hermano de Fernando IV, Diego López V de Haro, señor de Vizcaya, y el magnate gallego Fernando Rodríguez de Castro, entre otros ricoshombres.[4]​ Desde la época de Alfonso X de Castilla, abuelo de Fernando IV, la moneda castellana había conocido una serie de modificaciones que provocaron una constante disminución de la ley de la moneda, lo que provocó un imparable proceso inflacionista, según afirman algunos autores.[12]​ Dicho problema se agravó debido a la constante falsificación de moneda producida durante los reinados de Sancho IV y Fernando IV, y por ello, este último dispuso una serie de medidas encaminadas a reducir dichos problemas monetarios: